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Lo reconozco, este fin de semana en casa nos hemos quedado enganchados a los programas televisivos del corazón y su tratamiento acerca de la aparición de las fotos, de hace 35 años, sí, pero son esas, en que se ve al entonces rey español besándose en casa de la amante, en aquel momento, Bárbara Rey. Las ha publicado una revista de gran tirada en los Países Bajos, porque aquí nadie se había atrevido a hacerlo (pero, ahora, como ya son públicas, todos se han subido al carro). Pero el caso no es este. Sonroja ver el empecinamiento generalizado en blanquear las hazañas amatorias del Emérito. Nadie ha hecho referencia al hecho capital del momento. El adulterio llevando la corona real en su egregia testa (luego ha habido más, como se sabe) y pagando los caprichos del erario público, entre lo que hay que añadir el millonario pago a Bárbara Rey para que tuviera la boca cerrada. Pero no. Aquí no. Aquí todo se ha centrado sobre quién hizo las fotos, y cómo fue capaz de venderlas en el extranjero. El malo es ahora Ángel Cristo Jr, motivado por una guerra con su madre.

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