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Primera consideración. Si todos y todas que amenazan con abandonar Gran Hermano cumplieran sus amenazas, no de boquilla que es lo que hacen todos y todas, de verdad, el reality estrella (de hecho no tienen otro) de Telecinco duraría un par de semanas, o menos. El programa, ahora mismo, es lo más falso, manipulado, mal guionizado y pésimamente interpretado por los personajillos que intervienen en el que elevan sus trifulcas domésticas, sin el más mínimo interés, y perdonen la frivolidad, al mismo nivel de los conflictos bélicos de Putin o de Netanyahu, el premier israelí. Las redes sociales, que por su mal uso son la pandemia del siglo XXI, las expanden a partir del altavoz de los programas satélites de la cadena que los hinchan, en un más que discutible intento de promoción para ganar audiencia. Y claro, siempre hay víctimas colaterales. La última, por ahora, ha sido Frank Blanco, al que le han pedido la cabeza por decir algo obvio sobre el programa: “Si dos concursantes tienen problemas con los otros diez inquilinos de la casa, será por alguna cosa.”

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