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Es lo que hay. Vivimos en un mundo en que para cualquier cosa hay que pagar. Es lo lógico que nos toca por vivir inmersos en plena globalización y consumismo desfrenado. Pagamos por ver películas, fútbol, entretenimiento, teatro o escuchar música desde el sofá de casa; pagamos por intercomunicarnos e interactuar en las redes sociales. O sea, que no tenemos que escandalizarnos, como hemos hecho, al saber que Disney, 27 años después, va a cerrar, a partir del 7 de enero del 2025, su canal gratuito que podía verse en la TDT. Quien quiera seguirlo, desde ya, tendrá que pasar por caja y abonarse a la plataforma en streaming, o sea Disney+. Puede que sea legal, por supuesto, y que una empresa privada pueda hacer con sus productos lo que crea más oportuno, faltaría más. Y que de aquí a nada en televisión ya nada va a ser gratuito.. Ni los documentales de la naturaleza más ecológica. El ocio gratuito ya es historia. Solo nos van a quedar las televisiones públicas y las generalistas que, tal y como van las cosas, son una especie en vías de extinción. Avisados quedan.

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