Victimismos sonrojantes
En estos últimos días nos han llamado la atención dos hechos que de no haber tenido tanta repercusión mediática, en algunos sectores, todo hay que decirlo, nos parecían patéticos. El primero lo ha protagonizado Ana Obregón a raíz de un comentario, perfectamente evitable, del periodista Roberto Herrera sobre un hecho anecdótico ocurrido en vísperas de las campanadas de fin de año del 2022. Obregón y Los Morancos las daban en La 1 y Roberto y la cantante Nia Correia, en Canarias. Anita, a la hora del rodaje de la promo, con los cuatro juntos, tuvo un ataque de divismo y Nia no participó en él. A raíz de esto han salido filias y fobias pero con la Obregón haciéndose la víctima pidiendo que la dejen en paz, cuando vive de estas cosas. La otra es la de Anabel Pantoja. Va reivindicando su anonimato con su hija enferma ingresada en el hospital cuando ya lleva tres portadas sobre lo mal que lo está pasando, en una popular revista del corazón. Estos dos casos nos hacen recordar aquel viejo chiste, muy popular en Euskadi. El de “¿A qué venimos, a Rolex o a setas?”.