¡Ya sólo faltan los Oscar!
Ya pasó la gala de los Goya. Cabe decir que, como todas, fue interminable con tres horas largas de duración, pero se hizo menos pesada que otras similares. Hubo ritmo pero se rompió con los agradecimientos interminables, entrevistas de relleno para cambiar el escenario y querer demasiadas cosas en el evento en aras del espectáculo. El diseño de ellas y ellos en la alfombra roja y el escenario de ellas y ellos fue mucho más comedido que en anteriores ocasiones. Lo mejor. La realización solventó el eterno problema del “in memoriam”. Cuando hacían un plano de la música en directo apagaban la pantalla de los recordatorios. Tan sencillo que nadie había caído en ello. Lo peor. La sensación de caos en la entrega del Goya a la mejor película. Belén Rueda anunció a El 47 y nadie se dio cuenta de que había un “ex aequo” con La infiltrada. Con el jolgorio nadie lo oyó y flotó en el aire la posibilidad de un error. Las cámaras de la gala siguieron a los primeros y solo reaccionaron cuando los segundos ya estaban en el escenario. ¡Pero, nada, un abrazo y pelillos a la mar!