Los Oscar, más de lo mismo
Más allá del lógico interés por ver a qué manos van a parar las estatuillas, los Oscar, como pasa con los Goya o los Gaudí, los otros dos grandes acontecimientos cinematográficos que solemos seguir, son un más de lo mismo: largos, tediosos, repetitivos, y por largos irregulares... Lo de la alfombra roja, en cuanto ya has visto unos cuantos modelitos de ellos y ellas, invita a pasarse por la nevera a ver qué hay, a la espera de la gala con sus números musicales, los sobres y su contenido con lo que uno, a veces, está de acuerdo y otras no, y los agradecimientos, normalmente interminables pero, claro, ¿cómo vas a cercenar el parlamento de un ganador/ganadora que acaba de hacer historia? El caso es que, televisivamente hablando, lo que más nos llamó la atención fue el momento en que Adrien Brody, ganador con The Brutalist mandó parar la música porque quería hablar más. Punto pelota. Fue el segundo detalle de Brody. El primero, el beso que le dio Halle Berry, devolviéndole el que él le dio a ella 23 años antes. ¡Ah!, y la cara de cabreo de Demi Moore, al no ganar.