Atrapada en el sistema
SR. DIRECTOR: Hace unos días he sufrido en primera persona el sistema público de salud. Realmente, ha sido un infierno, un camino tortuoso que no lo deseo a nadie. Haría falta que todo el mundo tomara conciencia de lo que se está cociendo. Porque a veces no prestamos atención a la tan repetida información del colapso sanitario y sus protocolos –hasta que no nos toca de cerca.
En mi caso, he estado de suerte y he podido contarlo. Porque seguro que mucha gente se queda por el camino o simplemente no lo explica. Un hecho tan habitual ahora en invierno como una otitis puede degenerar en unos hechos bastante más graves –casi con resultado de muerte. Mi queja viene dada en la aplicación de los protocolos y el poco margen de maniobra del médico de atención primaria o del médico de urgencias de los GUAPS. Ya que son los profesionales de primera línea de actuación y que están mejor preparados y más acostumbrados a tener ojo clínico basado en su experiencia aparte del protocolo.
Quizás tendrían que escuchar más al enfermo sobre qué dice (antecedentes, edad, etc.) y como lo dice, y decidir dar el tratamiento adecuado al margen del protocolo. En mi caso, necesitaba un antibiótico, ya que cada año paso por el mismo proceso y siempre necesito tratamiento con antibióticos. Y tengo una edad que otorga el beneficio de la sabiduría y la serenidad para saber qué necesito. Como tardaron en aplicarme el tratamiento adecuado que yo sugería, continué en la espiral de malestar y de dolor, pasando por urgencias tanto de atención primaria como del hospital, hasta que me ingresaron con el tímpano perforado y notablemente deteriorada. Tanto, que temían que tuviera ya meningitis.
Me hicieron una punción lumbar para descartarlo. Esta es una enfermedad mucho más seria y con un posible resultado de muerte, aunque descartaron este diagnóstico. Vale a decir que en todo momento me atendieron lo mejor que pudieron, con un interés real por mi estado. Tengo que decir que el personal sanitario fue en todo momento muy profesional y humano. Muy próximos a pesar de las duras condiciones laborales que muchos de ellos sufren, como contratos precarios de un día o de un mes, inestabilidad laboral, carga de trabajo... Finalmente cuando vieron que ya estaba mejor y más estable, me dieron el alta.
Quiero hacer reflexionar sobre la rigidez de los protocolos. Porque la salud no es como las matemáticas, no todo es tan cuadriculado. Lo que puede ser beneficioso para uno puede no ser bueno o ser un veneno para otro. Tenemos que ser más intuitivos y recuperar el ojo clínico de los profesionales del pasado. Hay que saber actuar a tiempo ya que se ahorrarían muchos recursos y sufrimiento humano.