SEGRE
Imagen de archivo de uno de los sistemas para clonar tarjetas bancarias.

Imagen de archivo de uno de los sistemas para clonar tarjetas bancarias.SEGRE

Creado:

Actualizado:

SR. DIRECTOR:

Te incitan a utilizar tarjetas de crédito vendiéndote la seguridad del producto. Todo muy bien, todo perfecto, hasta que llega el problema. Tienes la mala suerte de toparte con unos delincuentes y, a partir de ese momento, estás indefenso por parte de la entidad bancaria. Yo, el mal encuentro lo tuve el 27 de octubre. Ese día, sábado, fui a Ikea de Zaragoza con un familiar, pagando la compra con mi tarjeta Visa de Ibercaja.

Al salir con mi coche y recorrer unos metros, me di cuenta que la rueda del copiloto estaba sin aire. En ese mismo momento apareció un hombre que se prestó a ayudar muy voluntariosamente, aunque de pronto le entraron prisas y se fue sin acabar de poner la rueda. Mi bolso continuaba en el asiento trasero del coche. Al día siguiente, me percaté que faltaba la billetera. Entré en internet y, después de ver algunos movimientos importantes de sustracción de dinero a través de cajeros automáticos, llamé a la entidad para anular mis tarjetas. Después de las denuncias policiales y con el informe del taller, donde especificaron que la rueda estaba rajada a propósito, hice las oportunas reclamaciones en mi agencia de Ibercaja. El trato no fue nada empático, por calificarlo de algún modo.

El departamento de atención al cliente contestó a mi reclamación que no podía devolverme el dinero robado, pues habían utilizado el código pin correcto, ya que mi responsabilidad es proteger la tarjeta y el código de seguridad. Por supuesto que en ningún momento facilité a nadie el pin, no lo tenía apuntado en ningún sitio, ni este tiene relación con ningún dato personal, ni ningún otro dato.

Existen indicios suficientes de que fui víctima de un robo con premeditación y alevosía. Que la persona o personas que actuaron eran profesionales con un método planificado: previamente fui elegida e, identificado mi coche en el aparcamiento, previsiblemente en la caja del IKEA, visionaron mi PIN, y fueron ellos los que rajaron la rueda para proceder a la sustracción del billetero utilizando una actitud de aparente ayuda. No hubo negligencia por mi parte como alega la entidad (que en todo caso la ley le obligaría a demostrarlo), sino una sustracción ilegítima del pin. Utilicé mi tarjeta con la protección necesaria y proporcionada que utilizamos la mayoría al pagar en una caja.

Como cliente, no entiendo que Ibercaja no tenga un seguro que nos proteja en estos casos, ni ninguna responsabilidad, dándote como solución la invitación de recurrir a los tribunales de justicia para reclamar tus derechos. De este modo, Ibercaja convierte a su cliente, a quien debería ayudar, en su litigador.

Seguro que no soy la única víctima de este tipo de robo y de la respuesta de la entidad, espero que mi negativa experiencia sirva de advertencia para los usuarios de la inseguridad de sus tarjetas.

tracking