Pedofilia vaticana
SR. DIRECTOR:
Ante los numerosos casos de abusos por parte de religiosos, cabe preguntarse si la solución no sería que el clero pudiera mantener relaciones sexuales legales con quien quisiera. Para ello hay dos argumentos bajo hechos contrastados. El primero es médico y legal, y es que la represión sexual resulta dañina hacia uno mismo y hacia los demás si los viola. Pero el segundo es religioso e histórico, de hecho, está en los Evangelios. Quien se inventó el celibato para el cristianismo no fue la Iglesia, sino san Pablo. Este, aún estando casado se volvió célibe y lo predicó como virtud para evitar el pecado: “Siento una ley en mis miembros que rechaza la ley de mi mente pero que me encadena al pecado de mis miembros” (Pablo, Romanos 7, 23); “Por donde los que viven según la carne, no pueden agradar a Dios” (Pablo, Romanos 8, 8); “No tenemos derecho a llevar con nosotros una mujer creyente, como los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Pedro” (Corintios 1, 9-5). Lo grave de tales ideas es que Pablo se las inventó, ya que jamás conoció ni a Jesús ni a sus discípulos antes de predicarlas. De hecho, los discípulos estaban casados y el pueblo judío no practicaba el celibato. Más tarde, y durante el siglo IV, el celibato paulino fue una oferta de los sacerdotes cristianos hacia el emperador Constantino. Tal propuesta agradó en sumo al emperador, ya que la casta sacerdotal no ostentaría linaje que compitiera con la imperial. Llegados al presente, ¿qué tal un poco de sexo libre entre los clérigos a cambio de que no haya más abusos sexuales? ¿O tanto cuesta leer un poco de historia y medicina? Y, si Dios nos creó a su imagen y semejanza, ¿por qué los clérigos reprimen una parte de su cuerpo divino? ¿Acaso Dios no dijo “creced y multiplicaos?” En otro caso, quienes quieran ser célibes, que se castren para no castrar las vidas de más abusados.