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Esta semana he leído en diferentes artículos en la prensa de este país que nuestros políticos, nuestros candidatos a la presidencia del Gobierno se han comprometido a destinar un porcentaje del Producto Internacional Bruto (PIB) a investigación, desarrollo e innovación (I+D+i).

La verdad es que cuando he leído esto me he puesto muy contenta. Nuestros candidatos se han comprometido (una vez más) a destinar algo de dinero para que nuestros científicos sigan con sus proyectos, para que estos genios se queden en casa.

Porque si lo pensamos detenidamente, este país forma a estas mentes prodigiosas durante, ¿cuánto tiempo?

Vamos a recapitular el tiempo de dedicación al estudio de estas nuestras jóvenes promesas: diez años entre primaria y ESO (no vamos a contar la Educación Infantil ya que esta no es obligatoria), más dos años de bachillerato, más cuatro años de universidad hasta que acaban el grado, y normalmente la mayoría de ellos estudian un máster de uno o dos años y muchos son doctores. Hasta la universidad estos futuros científicos e ingenieros han estudiado la friolera de 16 años, los cuales hemos estado pagando entre todos gracias a nuestra Educación Pública.

Y entonces, cuando estas mentes brillantes, estas jóvenes promesas, estos futuros genios perfectamente educados y preparados para iniciar proyectos que pueden cambiar el futuro de la sociedad, estos proyectos se estancan, se paralizan o desaparecen porque no hay dinero para ellos, y entonces estos, nuestros jóvenes, acaban yéndose a otros proyectos de otros países. ¡Esos otros países deben de estar encantados!, pensarán: ¡pagadles la educación!, y cuando estén perfectamente educados y preparados nos los quedamos nosotros, para nuestras investigaciones, estudios, patentes y demás… ¡menuda suerte!, y además, ¡gratis! Menos mal que confiamos que nuestros políticos, nuestros candidatos, cumplan sus compromisos esta vez y, de verdad, apuesten por la investigación, desarrollo e innovación (I+D+I)… y por ellos.

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