Elegía para mi gran amigo Josep Maria Rusiñol
Los hombres pasan
y el tránsito fugaz en esta tierra
es nuestro común destino. Son como viento o humo que se aleja,
sombras que se desvanecen en el tiempo,
palabras ya dichas
y nunca repetidas,
y cuya ausencia
nos deja el poso común de la tristeza.
Y, sin embargo,
aquí, seguimos,
los restantes, los que quedamos vivos,
con el dolor clavado al cuerpo.
Y vamos hacia adelante, sin rumbo, con esfuerzo,
porque no queda otra, porque tampoco sabemos
por qué estamos aquí, por qué y para qué seguimos vivos.
Mas queda
obra por hacer, trabajos,
propósitos, hechos, familia, amigos
con los que compartir historias,
momentos, ilusión, esperanza y caminos
por recorrer aún no hollados,
todavía desconocidos. Importan el recuerdo y valorar tu ejemplo.
Importan, sobre todo, los hechos,
lo que dejas en silencio,
la impronta en los seres queridos.
De tu nombre, la memoria
habitará entre nosotros.
Impresa, tu imagen de hombre bueno
nos servirá de ejemplo.
Solo eso resta:
lo que se hizo juntos, lo que fue compartido.
Porque tú, y este que escribe, seremos, pronto,
otra mota de polvo, otra ceniza, otro sinsentido.
Descansa en paz.
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