Los hijos y las hijas también mueren
SR. DIRECTOR:
El día de Todos los Santos recibí un whatsapp, de aquellos que de vez en cuando entran como pequeños tesoros que acarician el alma. Hablaba del verdadero sentido de este día, lejos del maquillaje que tozudamente quiere esconder la muerte con golosinas, caricaturas y disfraces. El mensaje pedía hacer un brindis por los seres amados que nos han dejado: abuelos, padres, tíos primos, hermanos...
Y yo me cojo a los puntos suspensivos y me pregunto, ¿por qué no decirlo también? Los hijos, las hijas también nos pueden dejar, antes de tiempo, cuando todavía no les toca, primero se tienen que marchar los padres, las madres. ¡Nos da tanto miedo! Creemos que la muerte de un hijo o una hija tiene que ser tan duro que no osamos ni pensarlo, ni saben qué palabras de consuelo son las adecuadas... puntos suspensivos.
Conversas entre amigos cuando se hablaba de los hijos, que si eso o lo otro, hacía mis comentarios también de mi hijo, a veces de la hija muerta... puntos suspensivos. Se hacía un silencio denso o quizás a mí me lo parecía, dejé de hablar de ella para no incomodar a nadie. Escuché que nuestra lengua tenía un nombre para los que perdían a los padres: huérfano/huérfana, para los que perdían la pareja: viudo/ viuda, pero no existía una palabra para los padres que perdían a un hijo o una hija... ¿puntos suspensivos? ¿Tabú? Sí, he perdido a una hija pero yo no me he perdido.
Sí, mi hija está muerta, pero yo no. Estoy muy agradecida de haber compartido los 34 años que vivió. Aprendí mucho de ella, de su fuerza, de sus luchas... puntos suspensivos. Para qué una palabra para nombrar a la madre o al padre que ha perdido a un hijo o una hija... ¿más puntos suspensivos? No me hace falta, me basta de gritar su nombre, yo era la madre de Ester.