A la Policía Local de Lleida
SR. DIRECTOR:
Vaya por delante que no quiero hacer a través de la presente ninguna alusión personal de nadie a nadie. No tomé ni números de placa de los agentes ni la matrícula de vehículo en el que viajaban. Solo invito a través de la presente a la reflexión colectiva.
El pasado domingo 26 de abril del presente salí a la farmacia a buscar medicamentos para mi anciana madre de 86 años. Por supuesto, un domingo por la tarde la farmacia a la que acudir es de guardia. Sí, ya sé, hubiera podido ir el viernes anterior o esperarme hasta el lunes y hubiera podido ir a la farmacia más cercana. Al respecto diré que son cosas de mayores. Cuando mi progenitora me pidió si podía ir a la farmacia era ese domingo por la tarde. No le iba a decir que por esa noche se quedaba sin sus medicinas. Fui a comprarlas. No está de más decir que la calle estaba bastante transitada y no precisamente por gente que solo paseaba a su perro o iba acompañada de niños. Había gente, algunos con mascarilla y otros sin ella que iban solos. Sin perro y sin niños.
Al regresar a casa me encontré a un amigo y como vivimos cerca decidimos ir tranquilamente caminando por la calle. Regresábamos a nuestro domicilio, nos conocíamos y somos vecinos. No estábamos paseando felizmente porque habíamos decidido saltarnos el confinamiento. A la altura del Paseo de Ronda con Humbert Torres se para una furgoneta de la Policía Local de Lleida a pedirnos explicaciones del porqué estábamos, según ellos, “paseando tranquilamente cuando la inmensa mayoría de la gente está metida en sus casas”. Por supuesto, el tono del funcionario público con placa, que cobra un salario también público del cual yo contribuyo a través de mis impuestos, que no son pocos, dejaba mucho que desear. Por supuesto, en ese momento la vida me la tenía que perdonar él a mí. No sé qué les enseñan en la academia pero desde luego hay actuaciones o modus operandi sobre esta clase de funcionarios públicos en alguna ocasión que dejan mucho que desear. No pagamos impuestos para que nos traten como si fuéramos ganado. Un respeto. Al menos el mismo que yo les guardo a ellos. Una placa y un uniforme no dan ningún derecho a tratar mal al ciudadano y hablarle en ese tono. Eran a dos hombres de 50 años a quien se estaban dirigiendo, no dos adolescentes que no saben que a un policía se le puede y debe pedir un respeto.
No me denunciaron porque simplemente no mordí el anzuelo el cual parecían tenderme. Estaba claro que estaban teniendo una tarde muy aburrida y donde no hay emoción pues se busca. Como críos pequeños pero con uniforme, chaleco antibalas y una pistola. Me limité a explicarles la jugada y los todopoderosos policías locales, como he dicho antes, se limitaron a perdonarme la vida.
Doy por hecho que se dirigieron a nosotros porque íbamos dos juntos. Porque el resto de personas que transitaban por la calle que iban solos no les dijeron nada. Y yo me pregunto, en lo que a saltarse el confinamiento se refiere desde un punto de vista científico, ¿hay alguna diferencia?
El hecho de ir dos juntos expande más el virus que si van 50 solos por separado. Claro. Esa reflexión seguramente es hacer pensar demasiado a los supuestos garantes de la ley y el orden que, no todos, pero algunos, solo saben que llevan una placa, son agentes de policía y tienen principio de veracidad y pueden multar aleatoriamente y se creen que están por encima del bien y del mal. Repito, no me denunciaron, pero la arrogancia, la soberbia, y si se me permite, la chulería con la que se dirigieron, repito, a quienes les pagan el nada despreciable sueldo que cobran, no es aceptable de ninguna manera.
Permítanme decirles algo, señores de la Policía Local. Ustedes no tienen la verdad suprema. Ustedes no multan, ustedes denuncian y es la Administración Pública la que impone la sanción. Lo que dicen ustedes no necesariamente va a misa. Si el ciudadano así lo considera puede llevar ese caso a los tribunales y entonces la palabra la tiene un juez. Y son muchas las sentencias en las cuales los jueces han dado la razón al ciudadano, lo cual demuestra lo que digo. Ustedes son ciudadanos igual que lo somos todos los demás, simplemente que su oficio, por las características concretas que tiene, les da unas atribuciones que no siempre se merecen. Que la placa que llevan no les da ningún derecho a faltar al respeto y mirar por encima del hombro a nadie. Y que un ciudadano no les debe ningún respeto que no sea recíproco.
Ustedes al final no me denunciaron, se conformaron con perdonarme la vida, y yo en muestra de agradecimiento por la parte que me toca no voy a dar públicamente su número de placa de agente ni el número de placa de matrícula del furgón que conducían. Quid pro cuo.
Pero nada más. Me parece lamentable por parte de funcionarios que pagamos todos que tuvieran ustedes la actuación que tuvieron y el modo de dirigirse a nosotros.