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Carta a Mosén Beúnza: "Solía decirles a mis hijos que si existían personas buenas como Manuel Beúnza tenía que existir el Cielo"

Por la puerta grande

Manel Beunza.

Manel Beunza.Bisbat de Lleida

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Cuando te rezábamos en el coche, esta vez por Mosén Beúnza, mi pequeña me ha preguntado, “Mama, ¿cómo ha subido al cielo, con avión?”. Estoy segura de que el mosén habrá reído desde el cielo. Solía sorprenderse con los comentarios de los niños en las pláticas del colegio. Ponía su inocencia como ejemplo en muchas meditaciones. Le enseñaban mucho con sus preguntas. Yo sentía que su corazón intentaba ser como el de un niño por cómo te miraba en el altar cuando predicaba. Como si estuviera pidiéndote permiso para hablar en Tu nombre, como si mirarte le diera sentido a sus palabras. Su amor por Ti ha sido siempre una balsa de paz en la que nos invitaba a sumergirnos. Solía decirles a mis hijos que si existían personas buenas como Manuel Beúnza tenía que existir el Cielo. Sólo un bien perfecto y real puede motivar a alguien a escoger siempre ese camino. Contaba chistes, imitaba al pato Donald, dibujaba... Sabía conectar con niños y mayores porque miraba con ese cariño tan puro con que Tú nos quieres. Siempre estaba cuando se le necesitaba. Con paz, con alegría, con ese punto de ironía y de bondad tan suyo. Siempre pidiendo permiso, sin forzar. Y sin darnos cuenta, metiéndote a Ti en nuestros corazones. 

El domingo nos dejó. Esta vez sin pedir permiso, sin despedirse. Un encuentro con el Señor. Nosotros diríamos fortuito, pero él seguro se sonreiría y diría “Pues vaya suerte, ni he tenido que hacerme viejo para llegar”. Solía aconsejarnos que nos enfocáramos en agradecer lo bueno, que los problemas te los dejáramos a Ti. Que lo importante es la meta, no el camino. Que mirar a los demás con tus ojos los hace grandes. Enséñanos a querer, a rezar y a mirar como él lo hacía. 

Transmítele nuestra enhorabuena, por su carrera, por su camino, por su meta. Para nosotros es un ganador y se lleva el mejor premio. Déjalo entrar por la puerta grande. Pero hazle una ventanita en el cielo para que nos siga viendo y podamos seguir pidiéndole cosas, porque aquí seguimos necesitando que nos oriente, que nos dé ese apretón de manos, que nos guíe, y que nos mire con ese cariño que nos recuerde que lo único importante eres Tú. Gracias, mosén Manuel Beúnza. Descanse en paz.

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