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El teatro tiene mucho en común con el vino, comenzando por su origen: ambos proceden de Dionisos, el Baco romano. La mala fama (o buena, según se mire) que la Iglesia católica ha endosado al dios griego se explica por su propensión al desfase, especialmente de sus devotas, también llamadas bacantes. Enorme ingratitud, por lo tanto, exhibe la curia romana al legado pagano: mal podría realizar su liturgia sin alguno de los dos elementos, vino y representación. Asimismo, el devoto imita a aquellas bacantes antropófagas, ingiriendo el cuerpo del dios, si bien de forma más ordenada y menos vistosa. Con todo, el principal punto en común entre vino y teatro se percibe en el comentario que a menudo sigue a su experimentación: “Es que, de esto, entiendo poco”, aduce tanto el bebedor cauto como el espectador timorato, al indagar su parecer al respecto. Parece que en el teatro, como en el vino, sea preciso ser conocedor de sus complejas técnicas para expresar con acierto el impacto que nos causan. El mal vino y el buen teatro, o el teatro malo y el vino bueno, se perciben con lucidez a partir del contraste con otros. Ello nos indica que el criterio es siempre subjetivo, pues depende de las referencias que posea quien emite el juicio. No obstante, la experiencia también nos muestra que existen dos pautas para dirimir la calidad del producto: 1) Su primera impresión, ¿nos acomete con sutileza o con rotundidad? La virtud está en el punto medio; lo que nos impacta en un primer momento a menudo se convierte en un lastre al cabo de poco, ya que no tarda en agotar su despliegue. Por el contrario, si la primera impresión resulta en exceso discreta –digámoslo sin tapujos, sosa– es muy difícil que nos llegue a seducir; 2) Sus efectos una vez consumido el producto: basta con detectar su forma de infiltrarse en nuestro organismo. Agotada la botella, concluida la función, debemos notar un entusiasmo contenido, jamás una euforia desmedida. Ambas pautas son indicativas de un producto de calidad. Juzgue cada cual, en cada caso, como

sale del templo y del teatro. Aunque entienda poco.

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