Nada es lo que parece

A partir de hoy se tiene la oportunidad de ver una de esas películas que no hay que dejar pasar, una película que desconcierta, que inquieta, que forma una amalgama de perturbadores sentimientos, en la que lo amoral se convierte en un espacio en el que la inteligencia y los instintos trabajan ferozmente al unísono, en la que el deseo sugestiona en su crudeza más radical abriendo un abanico sorprendente en una mente magullada pero intensa, cargada de una personalidad que reina sobre lo que le rodea. Paul Verhoeven, que siempre ha sabido darle gracia a la inmoralidad, ha logrado que no nos quedemos solo en el morbo sino en la habilidad del personaje para provocar y ser admirado por ello, marcando una línea definida y otorgando con Instinto básico, El libro negro y Elle esa capacidad para hacer de un personaje femenino un icono de personalidad provocativa que rompe todo convencionalismo, absoluto, magnético, que en la piel de Isabelle Huppert adquiere aquí una dimensión actoral inalcanzable. La brutal violación inicial que sufre su personaje en su propia casa a manos de un enmascarado, la reincidencia salvaje como un peligroso juego prohibido, su liderazgo en la empresa de videojuegos donde trabaja, insensible y sin concesiones, sus relaciones familiares que tensa sin apuro, sus amistades traicionadas sin rubor, incluso con naturalidad, y un pasado marcado por unos sucesos protagonizados por un padre asesino en serie forman un retrato psicológico que esta mujer controla con destiladas gotas de perversidad, pero con una identidad que hace trizas cualquier prejuicio, cualquier convencionalismo, dejando claro que en la vida casi nada o nada es lo que parece.