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Les arrels de l’emoció

Les arrels de l’emoció

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Cuando la semioscuridad de una sala de cine permite adivinar sombras y gestos de gente en sus butacas, cuando escenas sin ruido propician escuchar a los espectadores más cercanos, afloran sentimientos colectivos. Se advierte cómo unos se van secando tímidamente las lágrimas, mientras que otros sollozan y suspiran con pesar y ternura nada contenida ante esta historia de corte fantástico con fuerte carga melodramática que es “Un monstruo viene a verme”. Una película que concentra la mirada y el talento de Bayona hacia un amargo y doloroso mundo infantil en la frontera de dejar de serlo. Todo en el entorno del joven Connor O’Malley es insoportable, hijo de padres separados, sufriendo acoso escolar, testigo de la grave enfermedad de su madre, a lo que se suma la incómoda relación con su abuela, y su reiterada pesadilla que lo emplaza a sus propios miedos y traumas. Y es en ese nudo anímico, cuando se incorpora la fantástica figura de un ser colosal, un árbol titánico que siempre puntual a la cita, contará tres historias esperando a cambio una de Connor. La película narra con derroche de emotividad, con aflicción, con una tristeza que todo lo abarca, el paso a la madurez de un ser que ha de aprender del dolor, para seguir un camino de transición, para reconocerse a sí mismo y asumir la realidad como parte de su vida. Para trazar este cuento cruel, pero a su vez cargado de sensibilidad, Bayona hace alarde de una técnica envidiable, coloca en las historias contadas por el ser de entrelazadas raíces y ramas una bella y delicada animación, y extrae de la historia, por momentos excesiva en su emotividad, pero sólida en su mensaje, una abrumadora lección de vida.

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