CRÍTICADECINE
El rostro impenetrable
Evidentemente Ben Affleck no es Marlon Brando ni esto es un árido western pero enunciar así a El contable es simplemente por esa carencia de matices de la que hace gala este actor, metido con la frialdad de un bloque de hielo dentro de la piel de un personaje que padece el denominado síndrome de Asperger y que sufre a través de continuados flash-backs junto a su hermano la crueldad de un padre guerrero, algo que forzosamente ha de convertir a estos personajes en traumáticas máquinas de matar. Hasta ahí bien podría ser esta película una sencilla trama de acción sin más, pero como bien reza el título Affleck es derivado hacia esa singular inteligencia extraordinaria que anida en el autismo para entreverar la historia. Y es en torno a los números donde se crea una doble faceta, donde un genio desarrolla y soluciona problemas a hampones, terroristas, empresarios sin escrúpulos y demás fauna mientras que, ya sea por venganza o por su particular sentido de la justicia, en sus ratos libres no deja títere con cabeza entre el ruido y la furia, sin pestañear, hermético e inexpresivo.
Esa mente maravillosa unida a su implacable naturaleza hace de El contable una película que se mueve entre la precisión, las manías y lo sorprendente en este hombre, así como en un muy básico estudio sobre su trastorno, alcanzando un cierto acercamiento a lo ridículo con personajes secundarios de renombre desperdiciados y otros sin aportar carácter a la narración, difuminados en una trama que va trampeando, que intenta desconcertar con sorpresas y encuentros que forman sin sentido el tejido de la vida de un ser tan atípico como este contable, con espíritu ejecutor.