COLABORACIÓN
El que roba por vicio tiene perdón
Abogado
Perplejo debió quedarse el gerente de la Administración estatal, cuando el Tribunal Superior de Justicia-La Mancha, en su sentencia de 3 marzo 2016, condena al Servicio de Correos a tener que indemnizar a un cartero de reparto que, pese a comportarse de forma infiel, se le premia, con cerca de 40.000 euros por un despido que, según el Tribunal, se calificó como improcedente. Es más, al ser miembro del Comité de Empresa, tiene la facultad de optar entre volver al trabajo o cobrar la indemnización, aparte de los emolumentos dejados de percibir durante el año y medio que ha durado el pleito. Merece especial atención, según se relata en la sentencia que el susodicho cartero se había quedado con el importe de numerosos giros postales y sistemas análogos en detrimento de los destinatarios. Tanto el Convenio Colectivo como la Ley del Estatuto de los Trabajadores, son coincidentes en que estamos en presencia de un incumplimiento contractual, sancionable con la expulsión de la empresa. Relatados así los hechos, da la impresión que la Sentencia debía ser favorable a la Administración. Estaba equivocado. Nuestro cartero era un jugador empedernido y por ahí se iba el dinero que no llegaba a sus destinatarios. Situados en esta línea, el Tribunal considera que el trabajador arrastraba un trastorno ludópata que le afectaba para controlar sus impulsos y que el sujeto no puede resistir la capacidad de jugar “lo que le implica una dependencia psicológica constituida por un impulso más o menos irresistible”. En consecuencia, según el veredicto judicial, este trastorno afecta a “su capacidad de discernir entre el bien y el mal”, de lo que se deduce que no es consciente de sus actos y lo equipara a un individuo drogodependiente que comete un delito para satisfacer la adición. No convence esta comparación pero como figura en el texto de la Sentencia, a callar toca. Si hacemos una deducción al absurdo, llegaremos a la conclusión de que todos los jugadores ludópatas que piden dinero a préstamo, quedan liberados de su devolución y que basta acreditar un trastorno ludópata para actuar como nos plazca, sin incurrir en ningún tipo de responsabilidad.