CRÍTICADECINE
Un ciudadano ejemplar
A sus 86 años, y destacado como el último director clásico, Clint Eastwood es uno de esos personajes al que no le valen clichés, y cuando señala que votará a Trump, no se sabe si va en serio o en broma ya que su talento no radica en lo que dice, sino en lo que hace, como aquel hombre sin nombre, parco en palabras pero eficaz que interpretó en la llamada Trilogía del dólar. Viendo Sully, el biopic sobre el piloto de aviación Chesley Sullenberg, que realizó un aterrizaje forzoso en las heladas aguas del río Hudson, salvando 155 vidas, podemos observar una radiografía del héroe capaz de tomar decisiones vitales en segundos, pero sobrepasado por los mecanismos oficiales sobre el suceso, que ponen incertidumbre a sus actos, y un despliegue despiadado en torno a un ciudadano ejemplar. Eastwood aporta con Sully la posibilidad de restitución del honor, del valor en un hombre corriente y héroe sin pretenderlo frente a una sociedad que prejuzga desde la suspicacia. Convierte un hecho conocido, en un pulso detallado de los acontecimientos, en pruebas casi concluyentes de la compañía aseguradora cargadas de desprestigio y lo transforma todo en una reafirmación del profesional hasta la médula, en uno de esos personajes anónimos decisivos, como aquel héroe de barrio de Gran Torino o como el viejo pistolero de Sin perdón. Sully no es de las grandes películas de Eastwood –pienso– pero guarda la habilidad y experiencia de un gran maestro. Y retomando su condición política, cuesta creer que sea fervoroso seguidor de la derecha habiendo rendido sentido homenaje a Mandela en Invictus o otorgando sobrada dignidad al enemigo en Cartas desde Iwo Jima.