COLABORACIÓN
Víctimas indefensas
Subdelegada del Gobierno en Lleida
Nuestros padres deberían ser y, en la mayoría de los casos lo son, nuestros principales referentes, nuestra guía, una brújula que nos marque el camino.
Nuestros padres nos hacen sentir seguros, están ahí para ayudarnos a levantarnos en los malos momentos y para afianzar la seguridad en nosotros mismos sabiendo que si caemos, ellos estarán allí como una red para salvarnos. Los hijos de mujeres maltratadas no solo tienen que sufrir escenas y escenarios día tras día que ningún niño debería presenciar, sino que ello va poco a poco minando su autoestima, pensando que quizás en algunos casos ellos son los responsables.
Son niños que viven en una continua angustia, sin referentes positivos, ven a su madre débil e indefensa y a su padre como un ser despreciable que se vuelve agresivo con la menor excusa y que luego, en el peor de los casos, pide perdón. Sí, en el peor de los casos, porque ese perdón, aunque parezca sincero, no lo es como saben de sobra las mujeres maltratadas.
Ese supuesto arrepentimiento sólo es el inicio de otro ciclo de terror que acabará con otro latigazo en la ya deteriorada imagen que el menor tiene de su familia, de su autoestima y que poco a poco va marcando su futuro.
Marcan su futuro porque ven la violencia como un camino normal para solucionar problemas y, en muchos casos, podrían repetir esas mismas conductas, en algunos casos como agresor y en otros como víctimas.
Muchas mujeres aguantan situaciones denigrantes porque dicen pensar en sus hijos cuando, en realidad, les podrían estar encaminando a estados de temor, inseguridad y tristeza.
Me gustaría desde aquí destacar que los hijos no pueden ser nunca la excusa para mantener estas dantescas situaciones. Los hijos son responsabilidad y por ello deben ser la principal causa, la fuerza necesaria para acabar con el problema.
Los menores no son simples testigos, son víctimas colaterales en primer grado, viven esa violencia, aunque no sea física, en primera persona y se plantean multitud de preguntas que casi siempre quedan sin respuesta.
Está claro que la solución a este problema nunca se la dará su padre porque los maltratadores nunca solucionan el problema. La solución es decir NO, denunciar y dejar al agresor por duro que parezca.
No basta con escuchar, porque muchas veces es un sufrimiento silencioso basado a una relación de amor y de odio.
Todos debemos luchar para acabar con esta situación y tender nuestra mano a las mujeres maltratadas para que se convenzan que no están solas para dar el paso importante. No solamente por ellas mismas han de decir NO, sino también por sus hijos, que son las víctimas indefensas.