LIDERAZGO
Liderazgo humanista
Una investigación reciente reporta que sólo el 38% de los empleados califican a sus líderes como efectivos. Se trata de una importante información, pues el compromiso de los empleados que creen eficientes a sus líderes es hasta 5 veces mayor que el compromiso de quienes los perciben como ineficientes.
Así, la percepción hacia el líder es fundamental para conseguir el engagement de las personas hacia las organizaciones.
En este sentido, el liderazgo humanista parte de un principio claro: la empresa la constituyen, fundamentalmente, personas.
Así el liderazgo lo ejercen personas, de carne y hueso. La creencia de que los líderes son personas fuera de lo normal es errónea. Al contrario, los líderes son personas absolutamente normales. En todo caso, hacen su trabajo de una manera extraordinaria. Cualquier persona por el hecho de serlo tiene la potencialidad de convertirse en líder. Como señalan Kouzes y Posner la gente normal pueden llegar a ser líderes.
Entienden que el liderazgo es un conjunto de prácticas observables y que se pueden aprender. Así dado que el liderazgo es un proceso susceptible de aprendizaje, se pone al alcance de aquellas personas que sientan la vocación y tengan la determinación de llegar a ser líderes, pues con la formación adecuada es posible.
El camino del liderazgo empieza por conocerse bien. El líder conoce sus debilidades y fortalezas. En su acción directiva se enfoca a sus fortalezas y busca en otras personas el talento que le complemente.
En este sentido, la humildad es condición indispensable de su manera de proceder. Los buenos líderes “saben que no lo saben todo” y, por tanto, son conscientes de que van a necesitar del conocimiento de los demás. También, que están dispuestos a “aprender a aprender”. Su reto es el de dirigir el talento de los demás en la consecución de los objetivos comunes.
Otra particularidad del liderazgo humanista es su capacidad de enseñar a los demás. Es pedagogo, educa a los demás. La metodología que emplea es doble. Por un lado, el ejemplo. La importancia de los hechos, de los comportamientos por encima de las palabras. El ejemplo, a corto y largo, genera credibilidad y confianza. Para ello, la voluntad y la perseverancia resultan decisivas. Y por otro lado, transmite seguridad en lo que hace.
Se sabe prescindible. No se aferra a la silla. Prepara a fondo a aquella persona o personas que puedan relevarle.
Su sentido de la responsabilidad le lleva a actuar de este modo y así garantizar la supervivencia de su legado.
Tiene capacidad de cambio. Liderazgo y cambio son realidades, intrínsecamente, unidas. Hoy en día el cambio es una realidad empresarial. En una sociedad globalizada la sensibilidad al mercado y la capacidad de adaptación inmediata son factores competitivos clave. Se cambia para avanzarse, mejorar, ir hacia delante y crecer.
Tiene el rumbo claro y sabe hacia dónde quiere ir. Está apasionado con su trabajo, enamorado de lo que hace y realmente entregado a la empresa todos los días.
Tiene capacidad para ilusionar a la gente. Transmite la pasión que siente a su entorno. Pero además, es capaz de dotar de sentido al trabajo de los demás. Como afirma Pérez-López, cuando es capaz de llegar a los motivos más hondos de la acción humana, ayudando a sus subordinados a descubrir el valor y el sentido de lo que están haciendo, entonces, y sólo entonces, es un líder.