LIDERAZGO
Liderazgo y año nuevo
Como esta columna se publica el día 31 de diciembre, no he podido evitar pensar en lo acontecido en el año que ya hemos dejado y en buenos deseos para el que iniciamos. En el año 2016 han pasado cosas, muchas de ellas relacionadas con el liderazgo, y en concreto con el liderazgo en el campo de la política. Para ser precisos deberíamos subrayar con la carencia de él. Voy a comentar tres casos concretos. Los referéndums que pierde el que los convoca. La incapacidad para formar Gobierno durante 10 meses debido a la falta de mayorías parlamentarias. La “imprevista” (en mi opinión no tanto) elección de gobernantes con planteamientos radicales y que delatan sociedades divididas y crispadas en exceso. Estas situaciones nos plantean preguntas inquietantes. Escribo algunas a modo de ejemplo. En el primer caso, ¿Tan poco informados están de la realidad de sus respectivas sociedades y tan poco conocedores son de las inquietudes y pensamientos de los ciudadanos como para convocar un referéndum y perderlo? ¿Tan mal saben comunicar su visión y sus ideas teniendo a su favor todos los recursos del Estado? En el segundo, ¿tan poca capacidad de diálogo tienen que deben convocarse dos elecciones y a poco hemos estado de unas terceras? ¿Por qué anteponen sus intereses personales al interés general de la ciudadanía? En el tercer caso, ¿cómo se entiende que el país más rico del planeta debe elegir entre dos candidatos que dividan al país en dos mitades casi iguales y aparentemente antagónicas? ¿Cómo es que el que obtiene más votos populares no sea el elegido? ¿Cómo se entiende que en un país con gente tan preparada no ha sido capaz de preseleccionar candidatos menos controvertidos obligando a la ciudadanía a elegir candidatos que no convencían? (Lo ideal sería poder elegir entre lo bueno y lo mejor, no la menos mala de las opciones). A parte de las anteriores cuestiones y muchas otras que podemos plantearnos, lo que realmente me inquieta es: ¿Por qué no somos capaces de escoger mejores líderes? Líderes con sensibilidad suficiente para leer la realidad, con capacidad de escuchar, enfatizar y dialogar. Líderes que sepan armar consensos y acuerdos, que valoren más lo que nos une que lo que nos separa, que sean capaces de cooperar y colaborar, de crear riqueza y prosperidad, líderes que ante los retos no opten por la técnica del erizo, de replegarse o hacer replegar a sus sociedades sobre sí mismas y sacar todas las púas para defenderse de supuestos enemigos externos. Como sociedad deberíamos ser mucho más exigentes con las personas a las que elegimos para que nos sirvan como gobernantes. Remarco que uso muy conscientemente el verbo servir porque no solo les pagamos el sueldo a nuestros gobernantes con nuestros impuestos, sino sobre todo porque el verdadero liderazgo solo puede entenderse como servicio y en este sentido reconozco que dedicarse a la política con vocación de servicio requiere un gran sacrificio personal y familiar, que también debemos agradecer y valorar. Deseo que este 2017 nos traiga mejores líderes, con vocación de servicio, que haberlos haylos, o al menos que los que tenemos actúen mejor que el año pasado, que construyan en vez de destruir, que nos ayuden a avanzar en vez de a retroceder, y que como sociedad no nos durmamos y seamos exigentes con ellos, les pidamos explicaciones de sus actos y les controlemos adecuadamente. Que impulsemos la reflexión y el debate necesario en cómo los seleccionamos, desde el proceso de primarias a las leyes electorales, que en muchos casos necesitan de reformas, por ejemplo, que el voto de cada persona tenga el mismo peso. Feliz y próspero 2017 a todos.