COLABORACIÓN
Alemania ante un Trump despectivo con la UE
Profesor de ESADE Law School
2017 empieza con más riesgos políticos que económicos. Se acercan varias contiendas electorales que afectarán al futuro de la UE. El calendario se presenta trepidante: unas elecciones legislativas en Holanda el 15 de marzo, presidenciales en Francia el 23 de abril y 7 de mayo, legislativas en Alemania en otoño y, probablemente, otras legislativas en Italia. Los cuatro países son miembros fundadores de una UE que el próximo 25 de marzo celebrará, entre grandes incertidumbres, el 60 aniversario del Tratado de Roma de 1957. Además, cabe sumar los temidos efectos del Brexit y de la explosiva irrupción de Donald Trump, dos hachazos que desestabilizarán las relaciones políticas y económicas entre EEUU y la UE, mucho más si aquel impulsa un acercamiento geoestratégico con la Rusia de Vladímir Putin. Los acontecimientos políticos condicionarán la evolución de la economía, del comercio y la inversión. La UE creció un 1,7% en 2016. Pero la previsible alza de los tipos de interés y el retorno de la inflación afectará a las políticas monetarias y a las perspectivas de crecimiento económico de la zona euro en 2017. La Reserva Federal de EEUU cerró el pasado 15 de diciembre un ciclo de bajos tipos de interés que se alargó durante un decenio. Una bajada que atraerá más capitales internacionales hacia EEUU y fragilizará las otras divisas mundiales. En cambio, el BCE decidió prolongar hasta finales de 2017 las compras de deuda de los Estados miembros, 60.000 millones cada mes a partir de marzo. Pero podría verse obligado a subir los tipos de interés antes de lo previsto, como pide Alemania, si la inflación en la zona euro alcanza el 2%. En diciembre de 2016 se situó en el 1,1% como media en la zona euro, aunque llegó al 1,7% en Alemania y al 1,6% en España. Se aleja el fantasma de la deflación. Pero los salarios progresan menos que la inflación, lo que penaliza el poder adquisitivo y frena el consumo.
En una UE sumida en un mar de incertidumbres, rechazada por los brexiters y menospreciada por Trump, destaca el liderazgo de Angela Merkel, también presionada por los movimientos populistas que amenazan la estabilidad europea. Debemos agradecerle su firme defensa de los valores democráticos y su respuesta solidaria acogiendo en 2015 y 2016 a más de un millón de refugiados que huían de los conflictos que han incendiado Oriente Medio.
La economía alemana creció un 1,9% en 2016, el mayor incremento desde 2011, sobre todo gracias al tirón del consumo. Un destacado crecimiento teniendo en cuenta las inversiones públicas destinadas a acoger a los refugiados. Y lo logró con un superávit fiscal de 19.200 millones de euros, el 0,6% del PIB. La deuda alemana, que en 2010 era comparable a la de Francia (81% del PIB), se sitúa hoy en un 68%, mientras Francia sigue en el 97,5%. En España es el 98.7%. La reducción de deuda, que proseguirá en 2017, permite que Berlín invierta mucho más en la mejora de las infraestructuras del país incrementando el gasto del sector público un 4,2%, y destinar 20.000 millones de euros al programa de acogida y formación de los refugiados. El incremento de la población con la llegada de 890.000 refugiados en 2015 y otros 260.000 en 2016 impulsó una mayor demanda de viviendas en los centros urbanos que favoreció el sector inmobiliario. Y se frenó el declive demográfico en un país que envejecía rápidamente. Sin embargo, queda por resolver una delicada cuestión: lograr la integración en la sociedad alemana de una cifra tan elevada de personas de procedencia social-cultural tan dispar. En todo caso, se crearon 420.000 empleos en 2016, cayendo la tasa de paro hasta el 6%, a pesar de la subida de salarios un 1,9% y la adopción de un salario mínimo en diciembre de 2015. Ayuda mucho la eficiente capacidad de negociación y de llegar a acuerdos entre el Gobierno y los Sindicatos. La población activa alcanzó el récord de 43.7 millones de empleos. Y se podrían crear otros 500.000 en 2017.
El modelo económico alemán se sustenta en la competitividad. Aún no nota los malos augurios provocados por el Brexit y el irascible Trump, ni la desaceleración económica de China. Hasta noviembre de 2016, las exportaciones habían subido un 5,6% y las importaciones un 4,5% respecto al año anterior, situando el superávit comercial en unos 22.600 millones de euros, cifra superior a los 20.500 millones del año anterior. Los otros socios europeos reclaman que el excedente comercial alemán se reinvierta más en la zona euro. Pero la persistente crisis financiera y las insuficientes reformas estructurales retienen una mayor inversión de los capitales alemanes en determinados países del sur europeo.
2017 será un año lleno de desafíos. Se iniciarán las duras negociaciones del divorcio británico y se concretará la deriva proteccionista del desafiante Trump, que deteriorará las relaciones con el viejo continente. El arrogante presidente, ya sentado en la Casa Blanca, es partidario del Brexit, considera obsoleta la OTAN, fallida la UE y calificó como desastrosa la política migratoria de Angela Merkel. También amenaza con desatar una guerra comercial levantando barreras comerciales a determinados sectores industriales europeos, como el del automóvil. Una situación que favorece los intereses de la Rusia de Vladímir Putin. Ante este inquietante panorama, urge revitalizar el eje franco-alemán para afrontar la crisis política y reforzar la cohesión social de la UE. El tiempo apremia.