COLABORACIÓN
Trudeau, desde Washington a Estrasburgo
Profesor de ESADE Law School
Donald Trump prioriza la economía sin muchos miramientos con la diplomacia. Tampoco le condiciona la geografía. Los dos únicos países vecinos con frontera terrestre con EEUU, son los primeros afectados por las políticas proteccionistas y aislacionistas impulsadas por Trump. Éste pretende derogar o modificar substancialmente el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (NAFTA) en vigor desde 1994, que considera muy perjudicial para la industria estadounidense y ser el causante del elevado déficit comercial de EEUU. No le importa que el volumen de intercambios entre los tres países se cuadriplicase en 23 años. Ni que el 40% de las importaciones procedentes del Sur hayan sido producidas por empresas estadounidenses. Las procedentes del Norte son el 25%. Ni que millones de empleos en los tres países dependen directa o indirectamente de una creciente interdependencia económica basada en factores geográficos e históricos.
Trump, duro y displicente con México, se muestra más condescendiente con el vecino del Norte, con el que comparte 9.000 km de frontera. Con México son 3.200 km. El déficit comercial de EEUU con Canadá es 11.000 millones de dólares. Con México alcanza los 60.000 millones. Ottawa tampoco tiene alternativas para afrontar un cambio brusco de la política comercial de EEUU, a donde van más del 75% de las exportaciones canadienses. Pero Washington también debería tener en cuenta que el 18.6% de las exportaciones estadounidenses van al Norte y que cada coche ensamblado en Canadá contiene el 63% de piezas procedentes de fábricas del Sur. Y que 9 millones de empleos dependen de un comercio bilateral dentro del NAFTA, que alcanza los 660.000 millones de dólares.
El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, se reunió con Trump el pasado lunes 13 de febrero en Washington, siendo el tercer mandatario recibido en la Casa Blanca tras Theresa May y Shinzo Abe. El pragmático Trudeau se abrió a renegociar y modernizar el NAFTA que, casi un cuarto de siglo después, quedó desfasado. Y recibió de Trump un valioso regalo: la construcción de un oleoducto XL Keystone, paralizado por Obama, que canalizará el petróleo canadiense desde Alberta al golfo de México. Trudeau, al igual que May, defendió su firme compromiso con la OTAN. Pero discrepó con Trump sobre la lucha contra el Cambio Climático y las políticas migratorias. Canadá acogió más de 40.000 refugiados sirios en los últimos 15 meses, mientras Trump es reacio a aplicar los Acuerdos de París y está obsesionado con las cuestiones de seguridad. Pero Canadá empieza a notar la llegada de inmigrantes clandestinos que, con el cierre de la frontera mexicana, intentan entrar en EEUU por la abierta frontera del Norte. También más inmigrantes ilegales en EEUU ven en Canadá la nueva tierra prometida.
Canadá no quiere conflictos comerciales con EEUU y menos cuando el crecimiento económico se desaceleró en los últimos dos años debido a una caída de los precios energéticos que frenó las inversiones de su potente industria petrolera y la creación de empleos. En 2016, la economía creció un 1,1%, pero podía crecer un 1,8% en 2017 si se confirma la subida del petróleo. El barril de Brent se cotiza hoy a 56 dólares.
Tres días después, Justin Trudeau voló a Estrasburgo donde pronunció, el jueves 16, un discurso ante el Parlamento Europeo. El día anterior, el pleno de la Eurocámara había aprobado, tras siete años de complejas negociaciones, el Acuerdo de libre comercio entre la UE y Canadá (CETA) con 408 votos a favor (conservadores y liberales), 254 en contra (socialistas, verdes y euroescépticos) y 33 abstenciones. El CETA tuvo mejor suerte que el rechazado TTIP con EEUU, pero aún tiene muchos detractores. Y no entrará en vigor hasta que sea ratificado por los 27 parlamentos de los Estados miembros y otras 11 cámaras regionales. Un proceso que va para largo y queda condicionado por el trepidante calendario electoral de 2017, que empieza con las elecciones legislativas en Holanda y Francia, donde los partidos antieuropeos intentarán alcanzar el poder. Así, mientras el candidato francés Emmanuel Macron se manifestó a favor del CETA, Marine Le Pen lo rechaza totalmente.
Pero la UE, alertada por las políticas proteccionistas de Donald Trump y debilitada por el Brexit, necesita abrirse más comercialmente al exterior, principalmente hacia Asia-Pacífico y América latina. Canadá también está afectado por un Trump que apunta contra el NAFTA y ya enterró el Acuerdo Transpacífico (TTP) firmado por Ottawa. Canadá, con su larga costa al Pacífico, se proyecta cada vez más hacia Oriente, pero comparte muchos valores políticos, económicos y sociales con el modelo europeo. Ambas partes tienen nexos económicos y culturales e intereses políticos en el ámbito de la defensa (OTAN). Y comparten la protección de los bienes públicos globales como la lucha contra el calentamiento global. Además, la UE goza de un superávit comercial con Canadá: las exportaciones de la UE sumaron 35.200 millones de euros en 2016 frente a unas importaciones de 29.100 millones.
El CETA es una excelente apuesta para incrementar el comercio bilateral con un país solvente y estable. Algo excepcional en los tiempos revueltos que vive la economía mundial.