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Necesidad de conciencia

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Levantarse todos los días con la corrupción como noticia principal de las vidas de nuestra sociedad, se ha convertido en algo tan habitual que, por serlo, se ha transformado en una necesidad. Me refiero a ese tipo de necesidades imperiosas como la verdad.

Desde que empezó la crisis económica instalamos la palabra necesidad como cabezal de nuestra rutina. Siempre habíamos convivido con las necesidades fisiológicas o con otras más místicas como la necesidad de perdonar y ser perdonado. Sin embargo, aparecieron las necesidades básicas, tomaron protagonismo los más necesitados e incluso los artículos de primera necesidad, que configuran la bolsa de la compra, han servido durante años como arma arrojadiza entre los nuevos y los viejos políticos.

Cuando alguien quiere reivindicar alguna cuestión siempre incluye un “se necesita”, pero esa misma expresión ha desaparecido de los escaparates y de los anuncios por palabras. El necesitar se ha convertido en algo tan abstracto que, como tal, ha permitido que la fábrica de tergiversadores que todo lo controla haya convertido una expresión de ternura en una connotación absolutamente negativa.

Es precisamente esa connotación negativa la que se ha encargado de crear necesidades absurdas como las que utiliza el marketing para tenernos atrapados, esas necesidades falsas con las que mantenernos distraídos, esas necesidades inventadas que nos aíslan del entorno y destruyen las relaciones personales.

Qué sería de nosotros sin la alta tecnología, sin poder colgar nuestra foto de la paella en Instagram, nuestra mofa en Twitter o nuestro chafardeo en Facebook. Aquel “te necesito”, que configuraba las bases de las relaciones personales se ha diluido en un mar contaminado por muchos “sin esto no se puede vivir”.

“Necesitar a alguien acaba convirtiéndose en un sufrimiento”, me comentaban el otro día. Nunca más lejos de la verdad. Necesitar a alguien debería formar parte de la condición humana entendiendo esa necesidad como algo vital para crecer compartiendo, como algo vital para satisfacer todos los deseos no materiales, como algo vital para intentar alcanzar la felicidad.

Hace ya tiempo que mantengo que es una lástima que Renfe se haya apropiado de la palabra cercanías de la misma forma que ahora pienso que es una auténtica pena que la mayor gloria de la palabra necesidad se la haya apropiado la macroeconomía.

“Hay que aprender a amar la necesidad, a cuidarla” decía Robert Walser, hacer de la necesidad virtud, añado yo. Y es que solo así podremos recuperar todas las ilusiones que nos han robado y que son mucho peor que todo el dinero que han hecho desaparecer propios y extraños.

Pongámosle filtros al vocablo y promocionemos la necesidad de conciencia, la más auténtica de las necesidades.

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