COLABORACIÓN
No nos representan
diputado del pp en el congreso
La manifestación del sábado en Barcelona estaba convocada contra el terrorismo. A eso fuimos, consternados por la masacre, la mayoría. Pero lo que en cualquier parte del mundo hubiera sido una expresión de solidaridad con las víctimas y sus familiares, una condena a los terroristas y un apoyo unánime a todas las fuerzas de seguridad del Estado se convirtió en una emboscada contra el Rey, contra el Presidente del Gobierno y contra el Partido Popular.
Porque de lo que se trataba era de cambiar el sentido de la manifestación aquí. Y a ello, con esmero, se dedicaron los promotores del Prucés, que todo lo embarran y manipulan. El día antes ya se habían repartido los carteles, pancartas y pitos y Puigdemont ya había dinamitado la unidad y los objetivos de la manifestación con unas incendiarias declaraciones acusando al Gobierno de hacer política con la seguridad de los catalanes. Juntos y sumando, los separatistas, los populistas, los antisistema y un pancartero de ERC estratégicamente situado junto al Rey completaban un ensayo del 11-S.
Hasta el lema de la manifestación es una muestra más del equívoco lenguaje que con tanta destreza como cinismo utiliza el soberanismo para engañar a la gente. El “No tenim por” ¿qué quiere decir? Porque los ciudadanos normales sentimos espanto no solo por lo que pueda pasarnos a nosotros sino, también, por las víctimas inocentes de las barbaridades que están cometiendo estos salvajes por todo el mundo.
Ya sabemos que el lema de la manifestación tenía sibilinamente otro destinatario. Lo que querían decir los que están perpetrando un auténtico Golpe de Estado es que no tendrían miedo, ellos, a la reacción de ese Estado en defensa de la Democracia y de la Ley, la Constitución y la unidad de España. Pero a los catalanes, a la mayoría lo que nos da miedo es que los que, atropellando las Leyes que les han permitido estar donde están y que luego no respetan, nos impongan las suyas y nos priven de nuestros derechos y libertades.
Nos asusta y mucho que este Govern separatista que sabe que una Catalunya independiente quedaría fuera de España y de la Unión Europea y sería por tanto mucho menos segura, haya supeditado la seguridad de todos los catalanes a una autosuficiencia en la lucha contra el terrorismo para demostrar que Catalunya puede ser un Estado despreciando la indispensable colaboración del resto de Fuerzas de Seguridad del Estado o las advertencias de la CIA.
El Periódico de Catalunya revelaba ayer, precisamente, que la CIA había trasladado en junio a la Policía Autonómica la información de un atentado inminente este verano en Las Ramblas, de la que se hizo caso omiso. Tampoco se puede entender la negativa a la colaboración de los Tedax de la Guardia Civil al día siguiente de la explosión de la vivienda de Alcanar ocupada, por cierto impunemente, por los terroristas ni la razón por la que se oculta que el héroe de Cambrils se adiestró en la Legión. Tampoco nos tranquilizan los incentivos y la espléndida acogida que el Govern dispensa en Catalunya a los Nous Catalans (más de 600.000 ya) con la intención de incorporarlos a la causa separatista.
No nos sentimos representados por los organizadores de la manifestación. Pero ni la Alcaldesa de Barcelona, protectora de okupas y manteros misteriosamente desaparecidos ese día de las Ramblas; ni un President impuesto por la CUP que es quien ejerce realmente en Catalunya el derecho a decidir pudieron evitar que la revolución de las sonrisas mostrara su verdadero rostro transformando un sentimiento noble en una manifestación políticamente sectaria, humanamente obscena y moralmente cobarde.
Mientras ya sonaba el Cant dels Ocells de Pau Casals y fallecía, al tiempo, la última víctima del atentado me vino el recuerdo de esa frase imponente: “Dios mío, que solos se quedan los muertos.” Al menos, la mayoría de los que fuimos a Barcelona y nos sentimos orgullosamente representados por el Rey de España, Felipe VI, y el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, podemos decir que quisimos acompañarlos.