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ucho se ha escrito sobre las relaciones entre las personas tanto en el ámbito profesional/laboral como en el ámbito personal. Seguro que no será difícil recordar conflictos que hemos vivido y/o de los que hemos formado parte activa. La convivencia entre los seres humanos no resulta fácil. Lo normal es que tengamos formas de pensar, ideologías políticas o religiosas e incluso gustos, motivaciones y necesidades diferentes.

La aceptación aparece como un factor clave para nuestro desarrollo. Aceptar a los demás, con sus virtudes y sus problemas, con sus necesidades y sus realidades; pero también aceptarse a uno mismo, sintiéndonos bien con nuestros propios defectos y fortalezas. Aunque la realidad nos demuestra que tenemos muchas dificultades tanto en aceptar como en aceptarnos.

El crecimiento requiere autoaceptación. No aceptarse tal y como somos puede llevar a la frustración y la falta de confianza. Aceptarnos significa valorar nuestras imperfecciones tanto como nuestras perfecciones. Una persona no puede estar cómoda sin su propia aprobación, y desde luego, el crecimiento comienza cuando empezamos a aceptar nuestras propias debilidades. Como bien dijo Eleanor Roosevelt: “La amistad con uno mismo es importante, porque sin ella uno no puede ser amigo con cualquier otra persona del mundo.”

El deporte me ha enseñado a comprobar las tensiones que surgen en el vestuario. En todo equipo de trabajo, cada uno tiene su rol, su papel a desempeñar. Cada uno está para aportar su granito de arena, que es diferente al de los demás. El cumplimiento de objetivos, el éxito, conlleva la aceptación de los límites de cada uno, de lo que cada miembro puede aportar al colectivo y por lo tanto de lo que se le puede pedir a cada uno. Respetar estas reglas del juego nos ayudará a alcanzar los objetivos individuales y colectivos. Aunque muchos podáis pensar lo contrario, en mi opinión no es contraproducente tener limitaciones, sobre todo si las hemos identificado y aceptado, límites propios y límites de los demás. La aceptación dentro del equipo facilita el trabajo. El líder debe asumir esta realidad y actuar de forma coherente para sacarle el máximo provecho. Y mi propuesta está sin duda dirigida a potenciar las fortalezas de cada persona y olvidarse de las debilidades. Creo que dedicamos demasiados esfuerzos (tiempo y dinero) en superar las debilidades, lo que en definitiva supone no querer aceptarnos tal y como somos.

Somos poderosos, todos tenemos talento. Lo importante es que sepas lo poderoso que eres y cuál es tu talento. El éxito pasa por quererse a uno mismo, querer lo que uno hace y querer cómo lo hace. Y eso, querido amigo/a, requiere aceptación. Tenemos que aprender a valorarnos y sentirnos grandes desde la lógica diferencia con los demás. Si en los demás sólo ves reflejado lo que no tienes, lo que te falta… tenemos un problema.

En definitiva, aceptación de nuestras competencias y cumplimiento del rol individual dentro del equipo y dentro de la sociedad. No aceptarse (a uno mismo y a los demás) es como vivir en un mundo ficticio, de apariencias, de imitación, de desconfianza, envidia y fracaso. Y eso no lo quiere nadie. Piensa en la recomendación que nos dio la profesora estadounidense Marva Collins: “Actúa por ti mismo. Piensa por ti mismo. Habla por ti mismo. Se tú mismo. La imitación es el suicidio.”

Toca aceptarte.

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