VENT DE PONENT
El 2 de octubre
Los que amamos a Cataluña y estamos orgullosos de nuestras instituciones y de su autonomía vivimos con gran tristeza lo que está sucediendo en los últimos días. Habíamos avisado al Presidente Puigdemont de que su deriva separatista nos podía llevar a escenarios desagradables. Se ha saltado todos los límites democráticos, los avisos de los letrados del Parlament, del Consejo Catalán de Garantías Estatutarias y, por supuesto, sigue desafiando al Tribunal Constitucional y pisoteando las normas de convivencia. Y es que lo tenían todo perfectamente orquestado. Necesitaban tomar la calle con gente mostrando su apoyo. Todo estaba muy calculado en su hoja de ruta. Necesitaba provocar para poner en riesgo nuestra autonomía. Y vaya si lo ha conseguido. La gente ha salido a la calle muy enfadada, y así seguirá hasta que llegue lo que él pretende, salir el día 2
de octubre al balcón de la Generalitat a declarar de forma unilateral la independencia. Le da igual que toda Europa haya declarado sin ápice de dudas que está atropellando los derechos democráticos en los que se basa el proyecto europeo, aunque Maduro, Assange y Otegi afirmen lo contrario. Le da igual poner en riesgo el autogobierno catalán. Desea pasar a la historia por romper todos los puentes de diálogo. Muchos de los que están a su lado reconocen que están atropellando la democracia y que la reacción en defensa de la legalidad sería la misma si sucediera lo mismo en una región de Italia o en Alemania si un Lander de forma unilateral pisoteara su legalidad. Francia tampoco lo permitiría. Encima Puigdemont tiene la desfachatez de recurrir esta semana a su malvado Constitucional y de escribir cartas al Rey solicitando un pacto. El mismo que dijo que referéndum o referéndum ahora reclama diálogo. El proceso dejará muchos sentimientos defraudados. El próximo domingo muchos nos quedaremos en casa. Y al lunes siguiente todo seguirá igual, aunque alguno pretenda salir al balcón para que la gente confirme que les engañaron, que con las mismas soluciones que durante años no han funcionado no se arreglan los problemas. Los ciudadanos ya intuyen que todo acabará en unas elecciones democráticas y haciendo política, que es como siempre debió resolverse el conflicto.