COLABORACIÓN
Alemania, potencia económica que envejece
Profesor de ESADE Law School
angela Merkel ha ganado las elecciones legislativas y seguirá gobernando la primera potencia económica europea y cuarta mundial, tras EEUU, China y Japón. En 2005 el CDU-CSU (Unión Demócrata Cristiana de Alemania y la Unión Social Cristiana de Baviera) obtuvo una victoria ajustada con el 35,2 por ciento de los votos, solo un punto más que el SPD (Partido Socialdemócrata de Alemania). En 2017, la experimentada e imperturbable cancillera seguramente logrará apoyo electoral para un cuarto mandato consecutivo y se consolidará como la gran líder alemana y europea de principios del siglo XXI. ¿Cómo se explica?
A principios del 2000, la economía alemana afrontaba muchas incertidumbres. El déficit alcanzaba el 3,3% y el paro superaba el 10%. Pero Merkel, tras llegar al poder y gobernar en coalición con el SPD, logró reequilibrar las cuentas públicas. Y también superó la crisis financiera que golpeó la UE a partir de 2008. El PIB alemán cayó un 4,7% en 2009 pero volvió a crecer un 3,6% en 2010. Cabe recordar que la Agenda 2010 de reformas impulsadas por el anterior canciller socialdemócrata, Gehard Schröder, favoreció una mayor flexibilidad laboral y moderación salarial consensuada entre las empresas y los sindicatos que evitó la pérdida de millones de puestos de trabajo amenazados por la crisis económica. Merkel debe mucho a su predecesor Schröder. Diez años después, la tasa de paro está en un 5,7% en septiembre de 2017 y la población activa suma 44,4 millones de personas. En Francia y España, el paro llega al 9,8% y 17,1% respectivamente. La buena salud del mercado laboral alemán también se debe a la excelente organización y resultados de la formación dual de los jóvenes, eficaz antesala para encontrar y consolidar su primer puesto de trabajo.
Las grandes empresas apoyadas en un enorme y denso tejido de PYMES, también con vocación internacional, devinieron muy competitivas y convirtieron Alemania en la primera potencia exportadora mundial, solo superada por el gigante chino. Todo condujo a un progresivo superávit del comercio exterior, el mayor del mundo, que alcanzó los 253.000 millones de euros en 2016. La balanza de pagos empezó a alcanzar récords hasta rebasar el 8% del PIB. La deuda pública alemana alcanza el 65,8%. En Francia es el 96,4%.
Alemania es una economía dinámica y saneada que crecerá un 1,8% en 2017, pero afronta problemas estructurales. Los alemanes tienen una tradicional tendencia a ahorrar. También el Gobierno se mostró receloso a incrementar la inversión pública aprovechando sus altos superávits presupuestarios y comerciales. El país ha visto envejecer sus mediocres infraestructuras de transporte, también en el noroeste del país. Y su economía de base principalmente industrial debería invertir mucho más en la numérica. Existe preocupación sobre el futuro de la industria automovilística, el primer sector exportador del país, de la que dependen directamente 870.000 empleos, representa el 13% del PIB y el 4,5% de la producción de alto valor añadido. Persisten, aunque cada vez menos, las desigualdades territoriales y sociales entre el oeste y el este. Ahora se suma las existentes entre un preponderante sur que ofrece las mejores perspectivas económicas y un norte que pierde atractivo, aunque Hamburgo y Düsseldorf siguen siendo ciudades muy potentes. Cabe resaltar que solo tres länders, Renania del Norte-Westphalia (21,2%), Baviera (15,5%) y Bade-Wurtemberg (12,9%), concentran más de la mitad del PIB alemán.
El ascensor social se frenó a medida que se incrementan los empleos precarios. Y preocupa el rápido envejecimiento de la población debido al bajo índice de fertilidad. También aumenta el nivel de pobreza de los mayores de 65 años, especialmente las mujeres, que conservaron su trabajo, muchos precarios o a tiempo parcial durante los años de crisis económica, y que ahora cobran pensiones muy bajas e insuficientes. La edad media de la población superará los 47 años en 2030. Merkel intenta frenar la tendencia abriendo el país a los emigrantes extranjeros que permitieron que la tasa de natalidad se incrementase ligeramente de 1,36 a 1,5 niños por mujer entre 2009 y 2015. Y también abrió a partir de 2015 las puertas a más de un millón de refugiados procedentes de las zonas de conflicto de Oriente medio. Y se espera acoger a otros 2,5 millones de extranjeros hasta 2025. El envejecimiento, si no se corrige, repercutirá en la producción, la demanda interior y el futuro crecimiento del país.
La irrupción de Donald Trump y del Brexit incrementará el peso político y económico alemán en la Unión Europea. Pero Alemania, por razones históricas, no quiere ejercerlo en solitario. Y pretende reforzar el eje francoalemán con el apoyo de Italia, los tres países del Benelux y España, para relanzar la UE y principalmente la zona euro, tras años de estancamiento. Ya no cabe contar como antes con el paraguas de Estados Unidos. La Unión Europea precisa más dimensión política para poder dialogar y cooperar con China y otros países emergentes. Y para contener la política expansionista de la Rusia de un Vladímir Putin que presiona a los países del centro y este europeo, sin olvidar las crecientes amenazas del terrorismo islámico. Preocupa la crisis de las relaciones políticas con la Turquía de Recep Tayyip Erdogan, país puente entre Europa y Oriente medio pero cada vez más lejos de la UE.