COLABORACIÓN
L’escola de tots?
diputada del pp en el parlament de catalunya
Ocurrió el pasado día 25 en una de las más conocidas escuelas concertadas de Lleida. Una escuela a la que, además; asisten muchos niños y niñas que residen en poblaciones aragonesas y en la que, desde hace semanas, se dan episodios que validan lo que afirmamos Xavier García Albiol y yo misma hace bien poco: que en algunas escuelas de Catalunya –y algunas de Lleida también– se traslada a nuestros pequeños una versión partidista y partidaria de lo que sucede en Catalunya estos días.
Al profesor responsable de este episodio le llamaremos, por ejemplo, Joan y el nombre de la escuela no lo citaré. No lo hago porque así me lo ha pedido el padre de uno de los pequeños que sirven de improvisado y silente auditorio a lo que parecen casi arengas políticas. Esta vez, los protagonistas de la charla/arenga/mítin fueron los señores Jordi Sànchez y Jordi Cuixart. Esos mismos a quienes el independentismo insiste en comparar con Nelson Mandela y Mahatma Gandhi a pesar de que se atreven sin duda a posar sonrientes cogidos del brazo de Otegi. Lo que les contaron a los pobres peques –nueve años tienen– tanto da; porque, en el colegio en cuestión, el decente docente que nos ocupa lleva semanas hablándoles de resistencias pacíficas, policías y guardias civiles que se exceden y de ese trampantojo que es el derecho a decidir. Lo hacen también otros profesores en otros centros y lo hacen, además, sin explicar que las resistencias pacíficas no lo son tanto, que policías y guardias civiles llevan semanas aguantando estoica y profesionalmente insultos y agresiones y que lo del 1 de octubre no fue un referéndum del que emana un mandato popular; sino una tomadura de pelo con menos garantías democráticas que la consulta que en 1966 organizó Franco para validar su Ley Orgánica del Estado. El día 25, sin embargo, el profesor Joan dio un salto cualitativo en sus procederes y un bonito cartel con las efigies de los señores Sánchez y Cuixart acabó colgado en una de las paredes de la clase. Los padres, mientras, callan por aquello de no ver perjudicados a unos pequeños que cada día vuelven a casa preguntándose por qué tienen ellos que aguantar según qué cosas. Y no tienen por qué aguantarlas porque Cuixart y Sànchez no son héroes, mal que les pese a las cada día más desnortadas nomenklatura y tropa independentista. Tampoco son presos políticos y, mucho menos aún, las personas íntegras que se dibujan en relatos como el que traslada a sus alumnos el profesor Joan. Son, y hora es ya de decirlo, agitadores profesionales y líderes de dos entidades que, según todo indica, han permitido desviar fondos públicos para financiar un mal llamado procés que va camino de convertirse en trastorno mental colectivo. La última ocurrencia, formulada poco antes de que Puigdemont nos sorprendiera el jueves con la desconvocatoria de unas elecciones que no se habían llegado a convocar, es que Rusia –la misma que financió con armas, fondos y pertrechos a los separatistas del Donbass para convertir Ucrania en un estado fallido– va a reconocer la imposible República catalana justo nada más esta se proclame. Mientras, el Sindicat d’Estudiants dels Països Catalans (SEPC) boicotea las clases en nuestros institutos y universidades con piquetes supuestamente informativos que arrastran hasta las manifestaciones a niños de catorce y quince años que, aunque no tienen derecho al voto, pontifican ante los micrófonos de TV3 exigiendo la proclamación inmediata de la República, un scalextric y dos huevos duros. Puigdemont, al tiempo, sigue a lo suyo: Seguim! –decía el otro día en un tweet– aunque nadie, ni siquiera él, sepa ya hacia dónde como se comprobó en el Pleno del día 27. Todos sabemos cómo acabaron quienes siguieron al flautista de Hamelin, quizá por eso sea que la música del procés cada día nos suena peor a muchos más, pero a los convencidos tanto les da: aquí ningú no adoctrina, dicen, mientras Sànchez y Cuixart miran a nuestros hijos con un somriure desde carteles ubicados en las paredes de escuelas que deberían ser de todos y algunos creen que son solo suyas.