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El engaño

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El Artículo 155; que empezó tarde por culpa de Cs y cuyo alcance limitó el PSC-PSOE del acrobático Iceta, es decir, quedó corto; ha servido para tranquilizar la situación de aquellos días, convocar elecciones y, también, para conocer insólitas revelaciones y descubrir que los mandos de los Mossos y los dirigentes del Govern hicieron todo lo que pudieron para provocar la confrontación.

El gran Artur Mas ha resuelto su paso por los Tribunales aclarando que el Procés era un engaño y un farol que terminó con el Ahora o Nunca, a la espera de que el Gobierno se asustara por los tractores, las algaradas y la posibilidad de que hubiera un muerto en las calles. El mismo personaje que; antes del 2012, y no una sino muchas veces; afirmaba que el independentismo era retrógrado y un anacronismo del pasado reconocía ante la Justicia que su aparente cambio de criterio había sido una añagaza. Un engaño.

Cabe recordar que, al hereu de Pujol, sus socios posteriores de ERC le levantaron la camisa dos veces junto con el PSC a pesar de ser el más votado en los dos tripartits de infausto recuerdo. Tampoco se puede olvidar que, si en 2010 nuestro hombre alcanzó la Presidencia de la Generalitat, fue porque le apoyó el Partido Popular y que los que luego han dirigido el Procés que él puso en marcha en 2012 le acabaron tirando por la borda después y hacia el final del viaje a Ítaca.

O sea; que, en 2012 y después de que los cupaires le obligasen a entrar en el Parlament en helicóptero y a la vista de los sobresaltos provocados por una UDEF que empezaba a destapar el 3% y el caso Palau; nuestro versátil personaje vio la luz, se convirtió al separatismo y se sintió depositario de los legados de Macià y Companys. Antes, como ahora, nacionalistas moderados en origen que otean las debilidades del Estado para avanzar en su destrucción. En el 31, mientras se hundía la Monarquía, en el 34 cuando la República tenía que frenar la Revolución Socialista y ahora, a cuenta de la recesión y la fragmentación parlamentaria.

Para este viaje, el del Procés, se han movilizado todas las asociaciones, fundaciones, colegios profesionales, clubs y apoyos mediáticos, el descarado respaldo de todas las instituciones autonómicas y la obscena dedicación de un Govern que sólo ha gobernado para la mitad de los catalanes. Los resultados electorales han sido sin embargo tozudos y no se ha conseguido alcanzar el 50%. El poble català, que hasta 2012 vivía tranquilo, se ha partido en dos y el respaldo internacional más conspicuo ha sido el venezolano de Maduro y los flamencos y populismos xenófobos de Europa.

Pero la hoja de ruta tenía un final, por lo que se va sabiendo. Y ese no era otro que la confrontación. La convocatoria de un referéndum ilegal era un instrumento ideal para provocar la reacción de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, debilitarlo ante la opinión pública y tumbarlo. Pero el separatismo acabó estrellado contra el muro del Estado de Derecho, las Leyes y la Constitución, aunque lo seguirá intentando.

El resultado ha sido una catástrofe para todos. Independencia no habrá, pero el daño ya está hecho. La sociedad catalana está dividida como nunca y señalada entre los que llevan o no lazos, como en otros tiempos y latitudes de trágico recuerdo. Incapaces de acordar un Govern, se tiran los trastos a la cabeza unos a otros, aunque acaban recayendo sobre el fugado y los que le acompañan en lo que parece una nueva entrega de Catalanes por el Mundo en la que se compite en ensuciar la imagen de España. No les vendría a todos ellos mal darse una vuelta por Canadá para comprobar cómo se desplomó económicamente el Quebec tras los dos fallidos referéndums de independencia.

Esta semana, el sondeo del CEO catalán revela que los partidarios de la secesión han caído del 48,7 que había en octubre al 40,8 en enero y que la mayoría de los catalanes somos partidarios de permanecer en España. La penosa imagen del boicot al Rey con los Comités de Defensa de la República agitando las calles refuerza a Dubai como alternativa para acoger las próximas ediciones del Mobile World Congress. Ya perdimos la Agencia Europea del Medicamento, pero nada parece importar a quienes hacen del conflicto, la división y el empobrecimiento de la sociedad el caldo de cultivo ideal para sus proyectos de ruptura.

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