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Los Balcanes, aún lejos de la UE

Profesor de ESADE Law School

Los Balcanes, aún lejos de la UE

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La UE fundada por Francia, Alemania, Italia y los tres países del Benelux en 1951 fue ampliándose gradualmente en base a razones principalmente geopolíticas. Gran Bretaña, Irlanda y Dinamarca entraron en 1973, Grecia en 1981, España y Portugal en 1986. Pero la mayor ampliación tuvo lugar en 2004 al entrar de un solo golpe diez países, entre ellos Polonia, Hungría, Chequia y los tres Bálticos. La UE dio un gran y precipitado salto hacia adelante sin medir todas las consecuencias. El centro de gravedad europeo, tras el colapso de la URSS en 1991, se movió desde el corazón del núcleo carolingio hacia el centro y Este europeo. Un desplazamiento que se confirmó con las adhesiones de Rumania y Bulgaria en 2007. Y tras entrar Croacia, el 1 de julio de 2013, las puertas de la UE se cerraron. Las sucesivas ampliaciones realizadas sin una profundización de las instituciones comunitarias agudizaron los problemas de gobernabilidad de una UE constituida por 28 miembros con distintos niveles de desarrollo político, económico y social. Unas disparidades que incrementaron las tensiones y las incomprensiones internas hoy alimentadas por una deriva antidemocrática y euroescéptica en varios países miembros. La UE sigue condicionada, transcurridos 28 años desde de la caída del muro de Berlín en 1989, por la compleja geografía e historia europea. Los británicos votaron, en junio de 2016, un Brexit que debilita el peso de la UE en la geopolítica mundial. Siguen pesando los efectos de los sombríos 44 años del control comunista del Kremlin sobre la mitad oriental de Europa. La última crisis política abierta que enfrenta Bruselas con Polonia y Hungría demuestra cómo siguen vivos algunos viejos fantasmas europeos. La irrupción de Donald Trump en 2017 y los efectos distorsionadores del Brexit obligan a una UE liderada por el motor franco-alemán a mejorar el funcionamiento y los resultados de las instituciones comunitarias. Un impulso que debe conducir a reforzar la zona euro, hoy formada por 19 estados miembros. Pero este proceso integrador podría llevar a una UE con distintas velocidades en la que los rezagados países del centro y Este europeo temen quedar como socios de segunda o tercera clase. Angela Merkel y Emmanuel Macron deberán redoblar esfuerzos para convencer a los demás socios comunitarios sobre la necesidad de apostar por más Europa. Pero no basta tener una moneda única, o lograr una unión bancaria, para corregir una brecha económica y social entre y dentro de los países europeos que dificulta la capacidad de Bruselas para lograr consensos necesarios para adoptar nuevas políticas comunes. La larga crisis financiera de la UE, iniciada en 2009, frenó las adhesiones de otros países aspirantes de los Balcanes, la mayoría controlados por determinadas élites políticas y económicas reacias a aceptar las reglas democráticas, económicas y sociales que rigen en la UE. Jean-Claude Juncker dijo en 2014 que no cabía esperar nuevas adhesiones a corto o medio plazo. Hasta hoy, Montenegro y Serbia, que iniciaron las negociaciones en 2012 y 2014, son los dos candidatos con más posibilidades. Montenegro, un pequeño país de 600.000 habitantes que alcanzó su independencia en 2006 cuenta en su favor con ser miembro de la NATO desde 2016. El gobierno serbio juega la carta europea sin renunciar a sus estrechas relaciones históricas con Rusia. Los demás países deberán esperar: Albania debe frenar la corrupción y las mafias organizadas; Macedonia afronta la oposición política de Grecia; Bosnia y Herzegovina sigue políticamente inestable y Kosovo no es reconocido por cinco estados miembros, entre ellos España y Grecia. La UE no puede dar la espalda a los Balcanes donde viven 20 millones de habitantes cada vez más decepcionados y escépticos sobre un posible futuro ligado a la UE. Bruselas reaccionó en la cumbre del 12 de julio en 2017 que reunió en Trieste a seis países miembros (Alemania, Francia, Italia, Austria, Eslovenia y Croacia) con los seis aspirantes de los Balcanes, aprobando un plan de cofinanciación de inversiones en infraestructuras de comunicaciones y energía. La Comisión Europea, en un informe de 6 de febrero de 2018 sobre estrategia para los Balcanes occidentales, propuso relanzar el proceso de negociaciones de ampliación de la UE con una perspectiva de adhesiones en 2025 con Serbia y Montenegro como candidatos con más posibilidades. Los Balcanes volverán a ser el centro de debate en la próxima cumbre comunitaria que, bajo la presidencia europea de Bulgaria, se celebrará el 17 de mayo en Sofía. Pero no se esperan avances concretos hasta después de que la UE haya resuelto las negociaciones del Brexit. Además, la cuestión de otra ampliación de la UE difícilmente estará presente en las elecciones europeas en la primavera de 2019. Nadie ve realista la fecha de 2025 mientras los aspirantes no aceleren las reformas políticas y económicas indispensables para entrar en la UE. Pero Bruselas debe reforzar la cooperación económica con una región de alto valor estratégico para la seguridad europea. Los vacíos políticos que la UE pueda dejar en los Balcanes serán llenados por Rusia, Turquía y China. Moscú está recuperando su anterior influencia económica y cultural en países de tradición cultural ortodoxa. Turquía, con las negociaciones a la adhesión bloqueadas tras el giro autoritario del régimen de Erdogan, intenta ganar peso en los países con población musulmana como Bosnia, Albania y Kosovo. Y China prosigue sigilosamente su penetración comercial en el centro y sureste europeo.

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