Seguimos igual

Dada la parálisis parlamentaria que presenta Cataluña se le solicitó al President Torrent que compareciera ante los diputados para dar explicaciones de la crisis institucional. Y su respuesta fue que no está contemplado en el reglamento su comparecencia. Por lo visto se puede declarar la independencia, saltarse el estatuto de Cataluña, desobedecer las resoluciones judiciales, pero que el President Torrent comparezca ante los diputados para dar explicaciones dice que no es posible. Lo que sí resultó posible fue leer su discurso el miércoles por la mañana para acusar al Estado en sus declaraciones y para solicitar rigor, honestidad y respeto. Y el mismo día, con nocturnidad, fue capaz de llamar por teléfono para designar como candidato a Jordi Turull para la tarde siguiente. Sin ningún respeto institucional. Porque honestidad no la tuvo cuando nombró a Puigdemont a una investidura a la que sabía que no se presentaría, o posteriormente a Jordi Sánchez conociendo que el plan ya era Turull. Honesto hubiera sido no haber cerrado el Parlament y reconocer públicamente lo que dicen en privado. El presidente debería respetar la institución representando a todos los diputados, no solamente a una parte. El Pleno fallido que convocó el jueves no da para optimismo si recordamos que Jordi Turull es uno de los de la vieja Convergencia con cargos políticos desde 1987. Hay en el Parlament diputados que tienen menos edad que él viviendo de la política. Recordando la célebre frase de Einstein, los problemas no se pueden solucionar en el mismo nivel en el que fueron creados. La vieja Convergencia es una experta procesista. Y cuando no saben qué hacer piden ayuda a la CUP para que decida en el último momento el rumbo de Cataluña. Pero el Parlament rechazó la investidura, convocada de urgencia para nada, rechazando como President a quien acompañaba a la cárcel a Pujol, el que apostaba por Xavier Crespo y defendía a Prenafeta. Todos sabemos a estas alturas qué hacían sus protegidos. Él fue el ideólogo de “La España subsidiada que vive a costa de la Cataluña productiva”. Así que vimos cómo Turull leía su discurso sin levantar la mirada. Quizá fuera su cara la que mejor reflejaba que lo que decía no era lo que pensaba.