Tara genética

Durante el Pleno de investidura me enteré del pequeño bache que tengo en mi cadena de ADN. El President Torra cree que un error genético es el que ocasiona que varios millones de catalanes nos hayamos convertido en bestias, de fenotipos distintos, desde carroñeros, a víboras e incluso hienas. Unas adeninas y unas guaninas mal situadas en esa compleja doble hélice nos ha convertido a muchos catalanes en bestias con forma humana. Y además, según él, somos unas bestias tan mutadas que vivimos en Cataluña desconociéndolo todo, la cultura, las tradiciones y su historia. El proverbio le recordará la prudencia de los silencios y la esclavitud de algunas palabras. Y es que siempre dije que era urgente formar gobierno de una vez, y que para ello lo más importante no era quién era el Presidente, sino qué pensaba hacer.

Pero ahora una vez leídos varios de los muchos artículos que durante años ha publicado Quim Torra en los que insulta, desprecia y excluye a muchos de nosotros, ya no tengo tan claro si el quién era baladí. Nadie en una democracia haría Presidente a un fanático que hubiera escrito esas mismas frases contra alguna etnia, género u orientación sexual. Pero como los insultos eran dirigidos hacia los que estamos orgullosos de ser catalanes, españoles y europeos, pues no pasa nada. Y si inspiramos hondo para obviar todo eso, lo preocupante es escuchar qué piensa hacer en los primeros meses. El comienzo ha sido tener un Presidente que jamás habría aguantado una campaña electoral como candidato y que dice que no es el legítimo. Y que su primera acción fue ir a rendir pleitesía a Puigdemont. Y su gran propuesta es la de abrir otro chiringuito político en el exterior para hacer un Consejo de su República imaginaria en la que acabarán lucrándose los de siempre.

En fin, que si algunos pensaban, como yo, que casi seis meses deberían haber dado para encontrar un punto de fuga que consiguiera restablecer el autogobierno, priorizar un plan para el retorno de empresas y bajar el nivel de confrontación, pues nada de nada. Quizá aspirar a encontrar soluciones efectivas sea un síntoma de la tara genética que padecemos muchos catalanes y que solo se cura con diálogo centrado en lo que une, jamás en lo que separa.