PERSONAS Y ORGANIZACIONES
Obsolescencia. Efectos secundarios de las nuevas tecnologías
La rápida y vertiginosa automatización está llevando a que la vida de algunos trabajos administrativos y de otros que requieren de una elevada manipulación y un carácter repetitivo, estén en proceso de extinción. Pero la evolución en general y la tecnológica en particular, con la conjunción de distintas especialidades científicas y de las nuevas demandas del mercado, hará que aparezcan otras profesiones que hasta hace poco eran inimaginables, incluso utópicas, como el diseñador de órganos que, a medio camino entre la Ingeniería, la Biomedicina y la impresión en tres dimensiones, se encargará de crear órganos para testar los fármacos del futuro.
Otras profesiones con una presencia casi cotidiana como la de piloto de drones, que requerirá de profesionales técnicamente cualificados para su buen manejo. Y como estas, un buen número de profesiones sustituirán a sus predecesoras.
Obsolescencia programada. No toda es tecnológica
Si bien en el caso del refrán –no todo el monte es orégano–, su uso ha caído en la obsolescencia, entre otras cosas porque antes este producto tenía un valor y ahora te lo añaden y hasta regalan en las pizzerías. Con la tecnología y con los productos que esta crea y destruye no siempre ocurre lo mismo. No todos los que desaparecen es porque hayan dejado de tener valor. La causa no hay que buscarla únicamente en la tecnología, sino en la voluntad de algunos fabricantes que lanzan productos al mercado con una fecha de caducidad, el ejemplo más repetido es el de los fabricantes de impresoras que las lanzan al mercado para que hagan un número determinado de copias y a partir de ahí ¡milagro! Las máquinas dejan de funcionar. Este secreto a voces sobre la obsolescencia programada ha llegado a que alguna de las grandes, como Apple, lo hayan reconocido abiertamente.
La fórmula magistral contra la obsolescencia: FP
El caso de la evolución tecnológica, la destrucción de profesiones y el renacimiento de otras seguirá imparable. Como personas, lo único de verdad nos debe preocupar es que esa destrucción de profesiones arrastre también con ellas a l@s profesionales que las venían desempeñando. Para evitarlo, o al menos paliarlo, se conoce la fórmula ¡es magistral! Se llama formación profesional, pero para que ésta provoque sus efectos positivos, se requiere no sólo buenos profesores –que los tenemos–, sino también del desarrollo de un marco legislativo que mire al nuevo campo laboral. No hay más que mirar a los países que lo han hecho, como Alemania, con un número de especialidades en el campo de la FP que triplica a las que hay en nuestro país. Nuestras autoridades deben decidir pronto el camino que quieren seguir: si aplicar fórmulas de éxito como la alemana o seguir con la parálisis actual.