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Mírame a los ojos

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n un mundo al revés, donde no existe tiempo para prácticamente nada, y donde la mayoría de las personas corre para llegar siempre tarde, se nos ofrece un sinfín de recetas mágicas para aprender a realizar comunicaciones efectivas. Aun así, la comunicación organizacional sigue siendo una asignatura no superada, y en la que ni siquiera progresamos adecuadamente.

Cada día surgen nuevos métodos y avanzamos en nuevas técnicas de comunicación, pero curiosamente esto sucede en una sociedad que no aparta los ojos de las pantallas de diferentes dispositivos. Observen un viaje en metro, digno de un estudio sociológico.

Se invierte poco tiempo en comunicación directa, sin embargo, navegamos cada día entre larguísimos correos encadenados que nos secuestran un tiempo excesivo. Textos planos, con redacciones poco cuidadas, y con tantas personas en copia que es complejo adivinar a quien va dirigido y cuál es el verdadero objetivo del mensaje.

Pasamos gran parte del día quemando nuestros ojos tras pantallas y comunicándonos con la persona que tenemos justo al lado a través de correos y aplicaciones móviles, que generan no pocos malentendidos. Cada vez más lejos de la comunicación interpersonal e intragrupal. Asusta la corriente de deshumanización que nos invade. La tecnología nos ofrece magníficas posibilidades, pero no debería sustituir nunca el diálogo.

Es fundamental recuperar la comunicación directa. Probablemente se solucionarían multitud de conflictos. Es necesario recuperar el tiempo y el espacio dedicado a la conversación. Conversar se inicia escuchando, la “escucha activa”, de la que todo el mundo habla, y pocos practican. Escuchar que no oír, te permite conocer en más profundidad tanto a las personas como sus necesidades, expectativas, formas de pensar, de sentir, emociones, miedos, dificultades, propuestas… Conversar es mostrar también interés hacia otros y dejar de centrarnos solo en nosotros mismos.

Interaccionar cuidando lo que decimos, como lo decimos, gestos, microexpresiones, el tono, los silencios... Es el momento de pararse a reflexionar, o a respirar, acción esta última que curiosamente, ahora también nos tiene que recordar nuestro móvil: “Respire durante un minuto.”

Se escucha y se mira poco. La mirada también es clave en la comunicación. Mire a los ojos a quien le está hablando, pero mire de verdad. Créanme que por mucho que intente disimular, se percibe perfectamente cuando alguien está físicamente en una conversación, pero su mente se encuentra a años luz.

Lo ideal, que no lo posible a veces, sería poder aislarse y dedicar el tiempo necesario a las personas tanto individualmente como en grupo. Si por un momento una interrupción externa o alguna otra tarea requiere su atención, explique que solo le llevará unos minutos resolverlo y después retome con interés auténtico la situación. Siga esta regla: “Trate a las personas, como le gustaría que le trataran a usted.” A veces, lo que nos molesta en los otros, es justo una proyección de nosotros mismos. Si le molesta que no le presten atención, no repita patrón, cuide su posición corporal, intente relajarse por unos minutos, pose sus ojos con delicadeza e intente hablar a través de ellos. Nada es tan urgente, y si lo es, aplace la conversación para cuando pueda dedicar el tiempo y la intención.

Si usted se dice a sí mismo “no tengo tiempo para conversar con las personas”, llegó el momento de parar y quizás de dedicarse a otra tarea en la que no tenga que interactuar con seres humanos.

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