LIDERAZGO
Decisiones bajo presión
Economista y doctoranda en educación. Consultora en liderazgo directivo y desarrollo del talento. Directora de Ingenio, Leadership School.
Alguno de ustedes se preguntará acerca del significado del título pues en sí parece una contradicción. Cualquier experto les aconsejaría no tomar decisiones cuando se deban contemplar muchos factores, se disponga de poco tiempo para su análisis, se deban alcanzar objetivos y estén en juego opciones transcendentes, es decir, bajo presión.
Pero eso es sólo teoría, la realidad es bien distinta, pues ese es el contexto inevitable de muchas de nuestras decisiones.
En abril de 2017, fui al Mar Rojo en un viaje de submarinismo con un grupo de buceadores. En una de nuestras inmersiones visitamos un famoso barco hundido en la 2ª Guerra Mundial, el Thistlegorm, situado entre los 18 y 33 metros de profundidad. Con 126 metros de eslora y casi 5.000 toneladas de peso, un carguero de gran tamaño equipado con rifles, municiones, partes de aviones, botas Wellington, camiones, locomotoras, tanques, motos y túnicas para la campaña en el Norte de África. Cuando estaba allí, a 30 metros de profundidad, tuve que tomar una decisión bajo presión. Cuando regresábamos a superficie, buceando por el lateral izquierdo –babor– del Thistlegorm, me alcanzó una fuerte corriente que no me permitía avanzar. Aleteaba con todas mis fuerzas y solo conseguía mantenerme en el mismo lugar. El grupo se alejaba y yo entré en pánico. Los perdí de vista. Me quedé sola, a 30 metros y ya con poco aire para realizar el ascenso de seguridad. Cuanto más nerviosa me pusiera, más aire iba a consumir y peor sería el resultado. Así que la única opción posible era el control mental y relajarme para poder pensar con claridad. Eso hice, y pude ver la solución. Era cuestión de aplicar conocimientos de buceo. Estaban en mi cabeza, pero la angustia no me dejaba verlos. Deshinché el jacket y bajé al fondo, otra capa de mar, donde puede variar la corriente. Y así fue. Allí pude avanzar con tranquilidad y llegar hasta el cabo de nuestro barco para realizar el ascenso, con todavía aire suficiente en mi botella.
Si en situaciones críticas perdemos el control, el resultado puede ser fatídico.
El ritmo de vida actual, la competitividad, el acceso a la información, el dinamismo del mercado y de las personas que lo forman hacen que las empresas y sus directivos necesiten flexibilidad y velocidad para adaptarse continuamente a todos esos cambios.
Ello implica tomar decisiones rápidamente. El rumbo de las empresas dependerá en gran medida de cómo se tomen esas decisiones.
Cuando usted está bajo presión y debe tomar una decisión, lo primero que le pasará por la cabeza, en general, debería descartarlo, pues será una respuesta emocional, que surge del instinto de supervivencia. Son respuestas del tipo: salir de allí, atacar, responder contundentemente, etc. Esto también sucede cuando nos sentimos atacados. Está actuando la parte más antigua de nuestro cerebro, la reptiliana y esta no piensa. Es la que contiene nuestros instintos más básicos, que poco nos diferencian de los animales, en este caso, los reptiles, de ahí su nombre. Ante esta fase de estrés, presión o descontrol emocional, debemos aplicar control mental. Es cuestión de práctica. Para iniciar nos dicen que contemos hasta 50, pero no es suficiente, así que puede hacer dos cosas:
- Evocar recuerdos que le produzcan calma o serenidad, trasladar su mente a algún lugar en el que haya estado que le agrade y le relaje, por ejemplo el mar.
- Trasladar el pensamiento. Es decir, pensar en otra cosa. Dejar ese tema por unos minutos, y ocuparse de otro tema más agradable o que le requiera concentración.
Ello son mecanismos de distracción emocional que conseguirán reducir su nivel de tensión y le ayudarán a pensar mejor. Cuando consiga calmarse, puede volver a enfocarse en resolver la situación. Entonces sus conocimientos fluirán y le darán la solución, pues están en su cabeza. Solo tiene que aplicarlos correctamente. Porque como dice el escritor Paulo Coelho, una buena idea es siempre hacer algo relajante antes de tomar una decisión importante en su vida.