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Los costes del cambio climático

Profesor de ESADE Business & Law School

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La 24ª Conferencia mundial sobre el Cambio Climático (COP24), que se celebra del 3 al 14 de diciembre en Katowice (Polonia), se abrió con muchas incertidumbres. Hará una radiografía de los avances concretos realizados y de los compromisos que deben asumir los estados que firmaron el Acuerdo de París de diciembre de 2105.

Los últimos informes de las organizaciones internacionales indican que la situación es cada año más alarmante mientras la ventana de oportunidad para reaccionar se va reduciendo inexorablemente. Según la IPCC, el grupo de científicos de NNUU, solo quedan 12 años para evitar más daños, algunos irreversibles. Y lo peor: las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, que se habían estabilizado entre 2014 y 2016, volvieron a crecer en 2017 y 2018. Y para limitar a 2 grados el aumento térmico, los estados deberían triplicar unos esfuerzos que son insuficientes. Urge aplicar, sin más demores ni reservas, las políticas multilaterales y estatales necesarias para llevar a cabo una más rápida transición hacia las energías renovables como la solar y la eólica, frenar la deforestación, reducir las centrales de carbón, mejorar la eficiencia energética, etc. Pero muchos países siguen reacios a asumir mayores compromisos a corto plazo.

Existen las tecnologías avanzadas para frenar el calentamiento global, pero falta voluntad política. Los líderes siguen primando los intereses de determinados intereses económicos por encima de la defensa de los bienes globales. La decisión unilateral de Donald Trump de denunciar, el 1 de junio de 2017, los Acuerdos de París de 2015 firmados en su día por Barack Obama, constituyó un gran mazazo. Porque toda acción común deviene frágil si no cuenta con el firme apoyo de la primera economía mundial. Y Trump se cerró a tratar el tema en la recién cumbre del G20 celebrada en Buenos Aires. Un mal presagio de cara a la COP24 en la medida que los 20 países, que totalizan el 80% de las emisiones globales, no acaban de comprometerse con los objetivos de los Acuerdos de París. Los principales líderes del G20 declinaron estar en Katowice. Además, los conflictos monetarios y comerciales provocados por Trump no favorecen el enfoque multilateral necesario para resolver un problema global.

Y si EEUU no participa, otros países pueden seguir sus pasos. Brasil, la primera economía latinoamericana y 7º emisor de gases con efecto invernadero, será presidido por Jair Bolsonaro, muy cercano a Trump, que avanzó su decisión de no acoger la COP25 en 2019. Otros países en vías de desarrollo se resisten a asumir unos compromisos que rechaza EEUU, hasta hace poco el primer emisor mundial de gases. Hoy, China e India son el primer y tercer contaminador. Pero argumentan que los países desarrollados que provocaron la situación actual deberían ahora asumir la mayor parte de los costes financieros de la lucha contra el calentamiento. China ya transita hacia un modelo económico más sostenible invirtiendo en las energías renovables y la nuclear. Pero otros países en desarrollo siguen priorizando el crecimiento económico con un fuerte impacto medioambiental.

La UE anunció, el 29 de noviembre, un plan estratégico a largo plazo que prioriza las energías renovables y la eficiencia energética para lograr poner fin a las emisiones de efecto invernadero para 2050. Implicará, entre otras medidas, reducir gradualmente el uso de los combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas natural. Bruselas plantea que en 2040 no se vendan coches diesel y gasolina, lo que obliga a acelerar los cambios en el sector de la automoción. Pero, aun así, algunos Estados miembros son reacios a comprometerse. Incluso Francia, que ha visto crecer las emisiones de gases desde 2015, demoró sus objetivos de reducirlas hasta 2023. Emmanuel Macron sufre un gran desgaste político tras las movilizaciones ciudadanas contra un impuesto sobre el combustible decretado precisamente en el marco de las políticas públicas para favorecer la transición energética.

Los costes políticos, económicos y sociales de la inacción son y serán más altos para todos. Principalmente para los países más pobres y amenazados por unas catástrofes, cada vez menos naturales y más devastadoras, que afectan a todos los continentes. En septiembre, un tifón causó numerosas víctimas en Filipinas antes de alcanzar Hong-Kong. El Banco Mundial alertó sobre la vulnerabilidad de los países pobres de África, Asia del sur y América latina por razones climáticas, una situación que degrada las tierras y sus recursos alimenticios, la biodiversidad y provoca conflictos políticos locales y regionales que aceleran las migraciones de las poblaciones. Pero también afecta los países más ricos. EEUU y Canadá han sufrido, este año, los mayores incendios que se recuerdan. Y la multiplicación de catástrofes afecta la vida y la salud de las personas, daña las infraestructuras e incrementa los costes financieros para los gobiernos, las empresas, las aseguradoras, etc. En Katowice se tendrá una de las últimas oportunidades para reaccionar a tiempo.

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