COLABORACIÓN
El gran puzle mundial
Profesor de ESADE Busines&Law School
Múnich volvió a acoger, los días 13 y 14 de febrero, la conferencia anual sobre seguridad, un Davos geopolítico para debatir sobre los problemas de seguridad y defensa mundial. El tema central a tratar, El gran puzle: ¿Quién reordenará las piezas? ya planteaba una cruda e inquietante realidad: el creciente y peligroso desorden imperante hoy en las relaciones políticas y económicas internacionales.
La dislocación de la alianza transatlántica entre EEUU y la UE quedó patente con el choque frontal entre las posiciones del vicepresidente estadounidense, Mike Pence, y la canciller Angela Merkel. Las duras recriminaciones del primero a sus tradicionales aliados europeos, tanto en el fondo como en las formas, está minando los puentes entre ambos lados del Atlántico. EEUU intenta dividir a los países miembros de la UE, pasando de Bruselas, reforzando los nexos bilaterales con el grupo de Visegrado. Merkel reafirmó la defensa del multilateralismo pero, cuando se acerca el fin de su carrera política, ni Alemania ni la UE tienen las capacidades para ofrecer un proyecto alternativo de refundación del orden internacional. El presidente Macron no estuvo en Múnich. El eje francoalemán, reafirmado con el tratado firmado el 22 de enero en Aquisgrán, afrontará muchas dificultades para lograr relanzar la UE. Italia es un socio díscolo. Y el Brexit sigue incierto. Difícilmente será la UE quien logre recomponer el gran rompecabezas mundial. Sin EEUU, queda fragilizada frente a terceros. Trump no es de fiar. Putin ambiciona rehacer su esfera de influencia de antaño, la de URSS. Y Xi Jinping refuerza su poder personal liderando un Partido Comunista, que controla la economía y la sociedad china.
La envejecida Europa está en una delicada situación geoestratégica: a un lado, el “America first” de Trump y, al otro lado, la vecina Rusia de Vladímir Putin y un convulso Oriente Medio con Turquía e Irán reforzando su influencia política y religiosa musulmana, sunita o chiita, en la región. Y sigue reemergiendo el coloso chino, que va penetrando sigilosamente en toda Europa. Berlín y París desconfían de una sutil China que sabe guardar las formas pero pregona su visión del multilateralismo “con características chinas”, Pekín prosigue su expansión geopolítica, económica y financiera con instrumentos estratégicos como las Rutas de la Seda. Además, China ya es una superpotencia económica y tecnológica, que también ambiciona serlo militarmente.
Todo ocurre en un marco de creciente desorden económico mundial difícilmente reconducible por unos organismos de cooperación internacional, como la OMC, el BM, el FMI y otros, cada vez más discutidos. Y los litigios comerciales entre EEUU y China se suman a una desaceleración de la economía china, que perjudica a la UE, Japón, Corea del Sur, Australia y otras economías avanzadas muy dependientes de sus exportaciones a China. Para reducir esta dependencia comercial, Japón y la UE concluyeron un Acuerdo de Libre Comercio, en vigor desde el 1 de febrero, que constituye un área comercial que suma unos 635 millones de consumidores.
Bruselas no se fía de un Trump que anunció una posible cumbre con Xi Jinping para sellar un acuerdo para resolver las disputas comerciales. De momento y mientras siguen las negociaciones bilaterales, se demoró la subida de aranceles a productos chinos por un valor de 200.000 millones de dólares prevista para el 1 de marzo. Al excéntrico presidente Donald Trump le gusta sentarse cara a cara con Xi Jinping. E incluso es capaz de alabar al dictador norcoreano Kim Jong-un un día antes de fracasar estrepitosamente la cumbre celebrada esta semana en Vietnam.
En cambio, Trump no se lleva bien con Merkel y amenazó con subir los aranceles aplicados a las importaciones de los automóviles europeos. En 2018 ya subió los aranceles del acero y el aluminio europeos. Ahora, podría penalizar sobre todo a las marcas automovilísticas alemanas, muy competitivas en el mercado estadounidense. Trump busca reequilibrar a toda costa el déficit comercial estadounidense. Pero, esta vez, sorprendió a todos al afirmar que los coches europeos importados por EEUU amenazaban la seguridad nacional.
En todo caso, las negociaciones serán duras. Bruselas deberá mostrarse extremadamente vigilante. Washington podría priorizar resolver sus litigios comerciales con Pekín para luego presionar con más fuerza a la UE. Trump ya no considera a los europeos como sus principales aliados políticos o socios comerciales sino como unos adversarios y competidores en un mundo cada vez más complejo y peligroso. Vamos hacia una nueva e incierta Guerra Fría.