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COLABORACIÓN

Argelia en una encrucijada

Profesor de ESADE Business&Law School

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El mundo árabe y Oriente Medio sigue siendo una vasta región política y económicamente convulsa. A principios de 2011 vivió una oleada de manifestaciones populares, bautizadas como las primaveras árabes, que reflejaban la voluntad popular de reforma de unos regímenes cerrados, autocráticos o dictatoriales. Pero las justas esperanzas de modernización y democratización resultaron frustradas.

Ocho años después, las causas que provocaron aquellos levantamientos en 2011 se han agravado. Y las ansias de cambios políticos y socioeconómicos han vuelto a manifestarse en Argelia. Los jóvenes argelinos más educados, informados y conectados con la diáspora en Francia y otros países europeos, persisten en querer lograr pacíficamente cambiar un régimen cerrado, rentista y clientelar que beneficia a unos pocos. El Islam está presente porque Argelia es un país mayoritariamente musulmán. Pero los argelinos, como los tunecinos y marroquíes, entienden que para construir un Estado de Derecho, la religión debe quedar fuera del campo político y no ser la fuente de Derecho que debe regir la Sociedad.

Abdelaziz Buteflika, apoyado hasta ahora por las oligarquías militar y empresarial, ha sido apeado tras 20 años en el poder. Y se abre una incierta etapa gestionada por el presidente de la Cámara Alta, que debe llevar a una pronta convocatoria de elecciones presidenciales. Pero los argelinos que salieron a las calles exigiendo profundos cambios no aceptarán una transmisión dinástica del poder en el seno de las mismas élites, clanes o redes familiares que controlaron el país desde su independencia. En esta transición política, el Ejército desempeñará un papel clave.

Argelia tiene un gran potencial de crecimiento económico pero fue pésimamente gobernada. Es el país más extenso del continente africano con 42 millones de habitantes. Cobija en su suelo grandes recursos energéticos, principalmente petróleo y gas, explotados desde hace 60 años por la empresa pública Sonatrach. Pero el país devino muy dependiente de las exportaciones energéticas, convirtiéndose en una economía rentista que compró la paz social a base de subvenciones públicas. El Gobierno subvenciona el carburante, el agua, la electricidad, la salud, la vivienda y los productos básicos. Una estrategia favorecida por el alza del precio del petróleo desde 2003 y que en 2011 alcanzó los 110 $ el barril de Brent. Una parte de las cuantiosas divisas obtenidas se destinaron a unas inversiones en infraestructuras que también mejoraron las condiciones de vida de los argelinos. Pero otra parte de las rentas petroleras se malbarataron debido a la corrupción endémica de las élites políticas y económicas del país. Además, el Gobierno también incrementó el gasto militar convirtiendo Argelia en el 5º mayor importador mundial de armas en el período 2012-2016.

La economía, poco diversificada, prácticamente dependiente del petróleo y gas, que representan el 95% de sus exportaciones y el 60% de los ingresos fiscales. Unas divisas necesarias para importar casi todos los bienes y servicios que el país consume. El sector público es omnipresente mientras el privado esta esencialmente compuesto por PIMES. Y las empresas extranjeras siguen reacias a invertir con un marco jurídico opaco e inseguro en el que las empresas locales copan los contratos públicos. Y el sector turístico esta por desarrollar. Todo se torció cuando los precios energéticos cayeron drásticamente a partir de 2014. Y la crisis se agudizó aún más cuando en 2016 el precio del barril se sitúa a menos de 50 $ el barril. El déficit público alcanzó el 15,7% del PIB y las reservas de divisas se fundieron pasando entre 2013 y 2018 desde 200.000 millones a 80.000 millones de dólares. Los precios del petróleo remontaron ligeramente pero los problemas estructurales del país siguen allí. Y la crisis económica devino política y social cuando los jóvenes de menos de 30 años, el 55% de la población, empezaron a tener dificultades para acceder al mercado laboral a la vez que las puertas a la emigración a Europa se cerraban. Además, observaban como otros países vecinos de la región, entre ellos Marruecos y Túnez, sí se desarrollan. En cambio, Argelia sigue en una encrucijada.

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