COLABORACIÓN
Rusia gira hacia China
Profesor de ESADE Business&Law School
El 6 de junio se celebró el 75º aniversario del desembarco aliado en Normandía. Angela Merkel participó en el gran acto conmemorativo. En cambio, Vladímir Putin no fue invitado a pesar de que Rusia pagó el más alto coste en vidas humanas para derrotar la Alemania nazi. Dos días antes, el 4 de junio, se recordaba en Occidente y se ignoraba en China el 30º aniversario de la masacre de los estudiantes en la plaza Tiananmén. Y el próximo 9 de noviembre se celebrará el 30º aniversario de la caída del muro de Berlín, otro histórico acontecimiento que parecía cerrar definitivamente la Guerra Fría en 1989. En 2019, el mundo se encamina hacia otra compleja división tecnológica y económica entre EEUU y China. Donald Trump está rompiendo los nexos transatlánticos que sostienen la UE y la OTAN. Xi Jinping consolida un modelo de desarrollo económico controlado por el Partido Comunista y cierra las puertas al pluralismo político en China. Y observamos cómo el continente europeo también se fracciona: una UE debilitada por el Brexit frente a una Rusia que renace como una influyente potencia, principalmente en Oriente medio. China es el principal rival geoestratégico de EEUU. En cambio, Rusia tiene una economía siete veces menor que la estadounidense, pero sigue siendo una potencia militar. Pero las sanciones económicas aplicadas por EEUU y la UE tras la anexión de Crimea en 2014 han provocado un gradual giro de Rusia hacia Asia y el Pacífico. Y un acercamiento a China, país con el que comparte una larga frontera en el extremo oriente siberiano. El giro ruso se mostró en el Foro Económico celebrado los días 6 al 8 de junio en San Petersburgo. El Foro se celebra cada año con el objetivo principal de lograr atraer más inversiones occidentales en una economía mal gestionada y excesivamente dependiente de las exportaciones de sus colosales recursos energéticos. Y, esta vez, Putin respondió a su forzada ausencia en el solemne acto de Normandía, invitando a inaugurar y dar todo el protagonismo al presidente chino, Xi Jinping, que llegó a San Petersburgo acompañado de un nutrido grupo de representantes de los conglomerados industriales y financieros del gigante chino. Putin se abrazó a Xi para poder sortear los efectos negativos de las sanciones occidentales. Y se firmaron más de 30 acuerdos comerciales, entre los que destaca la cooperación tecnológica entre la empresa de telecomunicaciones rusa MTS y la china Huawei para desarrollar las redes 5G en Rusia. Se suma a la colaboración entre el grupo Alibaba y los rusos MegaFon y Mail.ru para crear una sociedad común en Internet y el e-comercio. También se reforzó la colaboración entre la energética Novatek y la china CNPC para extraer más gas natural en el Ártico. Pero el abrazo de conveniencia Putin y Xi, cuando ambos países celebran el 70º aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas, no despejará los recelos que históricamente han existido entre rusos y chinos. A corto plazo, Rusia necesita a China. Los intercambios comerciales crecieron un 24,5% en 2018 hasta alcanzar los 108.000 millones de dólares. Pero siguen siendo modestos y tienen mucho margen para crecer. Son el reflejo de dos economías con distintos niveles de crecimiento. El PIB ruso crece a un débil ritmo del 1% anual mientras el chino lo hace un 6,3%. Pero, a medio y largo plazo, el abrazo interesado entre Putin y Xi puede dejar a los rusos muy dependientes económica y tecnológicamente del gigante chino. Las relaciones comerciales son y continuarán siendo desequilibradas. Rusia exporta sobre todo recursos naturales mientras China es una exportadora industrial. Y preocupa la creciente penetración china en el extremo oriente ruso donde crece un enorme desequilibrio demográfico en favor del vecino chino. Los chinos también han penetrado económicamente en las repúblicas exsoviéticas de Asia central. Se explica que Putin, para no quedar a la merced de China, desearía rehacer las maltrechas relaciones económicas con la UE, y aspira que se consolide el gaseoducto Nord Stream 2, que permitirá a Gazprom bombear más gas ruso a Alemania a partir de 2020 a través del mar Báltico. Un proyecto apoyado por Alemania pero detestado por Trump que también desea vender sus reservas de gas a los europeos. Y que perjudicará especialmente los intereses de Ucrania que hoy vehicula el 48% del gas ruso que entra a la UE. Bruselas también teme que la UE afronte una excesiva dependencia energética de Rusia. Todos los grandes actores internacionales se han vuelto a encontrar en la cumbre del G20 que se celebra el 28 y 29 de junio en Osaka (Japón). Cabría desear un acercamiento de posiciones entre Trump y Xi Jinping aunque parece difícil que se resuelvan los problemas de fondo que enfrentan las dos superpotencias del Siglo XXI.