Liderar el derecho a nuestro tiempo personal y el de nuestro equipo

En muchas ocasiones hemos escuchado la expresión “la experiencia es un grado”, y, en cierto modo, es cierto, ya que con las experiencias que vivimos diariamente aprendemos y adquirimos tanto nuevos conocimientos como nuevas formas de reaccionar ante distintas situaciones. Nuestro cerebro, a base de repeticiones, adquiere hábitos y nos permite tener actuaciones de forma rápida ante sucesos que son similares a algunos anteriores. Y de esta manera una persona que ha pasado por distintas experiencias parece tener más recursos internos. Aunque esto es así, también es verdad que los jóvenes, que no tienen tanta experiencia, tienen igualmente potentes recursos internos, así como maneras de pensar y actuar de las cuales podemos aprender mucho. En esta línea, los jóvenes que se incorporan a la vida laboral en nuestra actualidad nos están mostrando algunos valores que es importante que empecemos a tener en cuenta. Y hoy quiero referirme a uno de ellos: el valor del tiempo, el valor de nuestro tiempo. En el entorno profesional hablamos de estrategia, de objetivos, de esfuerzo, de dedicación, de conseguir resultados, de poner horas para conseguir lo que nos proponemos... Y, ¿qué pasa con nuestro tiempo? Con ese tiempo y espacio que queremos y necesitamos para dedicarnos a nosotros, para andar, para hacer deporte, para dedicarlo a nuestras aficiones, para estar con nuestra familia, para descansar, etc. La mayoría de las veces lo dejamos para más adelante, para la semana o el mes siguiente. Y estamos posponiendo para el futuro aquello que es importante: el tiempo y el espacio, que nos permiten tener libertad, serenidad y, en definitiva, felicidad. La primera vez que un joven me comentó en una entrevista que no quería ningún proyecto que lo esclavizara, que no le permitiera realizar sus horas de deporte, que no le diera el tiempo y espacio para sus cosas, reconozco que pensé que no mostraba esfuerzo y responsabilidad. ¡Y, realmente, ahora me doy cuenta de que equivoqué de lleno mi juicio! Cuando las personas tienen tiempo para ellas mismas, para dedicarlo a aquello que las llena y las satisface, se consigue un mayor rendimiento en sus responsabilidades laborales, porque sienten que tienen libertad y que se dedican a lo que las hace realmente felices. Para ello es necesario aprender a:

1. Decir no y basta. No a aquello que no sentimos desde nuestro corazón y basta a aquello que no nos deja vivir con total plenitud.

2. Poner límites. Debemos comprender cuáles son aquellas acciones que son necesarias y dedicarles el tiempo que se merecen, a la vez que debemos limitar aquello que está fuera de nuestro alcance y que nos quita energía.

3. Conocer los asuntos urgentes y los que pueden esperar. En muchas ocasiones, nosotros mismos o las personas de nuestro entorno reclamamos ciertas tareas que parecen ser para ya, y en estos casos se trata de preguntarnos si eso es así o no, dándonos cuenta de que muchas veces pueden esperar.

4. Priorizar. Cuando las situaciones se tuercen o cuando parece que los temas se acumulan, debemos decidir qué es lo realmente importante y priorizar aquello que requiere de nuestro tiempo.

Los líderes de hoy debemos tener en cuenta nuestro tiempo, sintiendo en todo momento en qué lo queremos dedicar y de qué modo lo queremos hacer, a la vez que debemos tener en cuenta el tiempo personal de nuestro equipo, dándoles el derecho a que lo dediquen abiertamente a aquello que les hace felices para que den lo mejor de sí mismos cuando trabajen en el proyecto compartido.