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Una de las más antiguas y sabias referencias que se puede encontrar sobre el autocontrol es la que hace Homero en la Odisea cuando advierte a Ulises de uno de los peligros que deberá superar si desea llegar a Itaca: “Tendréis que pasar cerca de las sirenas que encantan a cuantos hombres se les acercan. ¡Loco será quién se detenga a escuchar sus cánticos, pues nunca festejarán con su mujer y sus hijos su regreso al hogar! Pasa sin detenerte después de taponar con blanda cera las orejas de tus compañeros, ¡que ni uno solo las oiga.”

Domando el caballo de nuestras emociones

Lo que le pide Homero a Ulises es que no se dejen gobernar por su instinto. Tener autocontrol es precisamente aprender a controlar dichos impulsos y como personas inteligentes deberemos hacerlo sin anular nuestros sentidos, ya que el autocontrol es una habilidad que nos permite gobernar nuestras emociones y actuar de forma emocionalmente inteligente.

Con demasiada frecuencia, después de una negociación, de una reunión de trabajo o familiar, tenemos que arrepentirnos de una determinada reacción que lo único que consiguió fue empeorar aquello que inicialmente se proponía mejorar. Y todo ello por no saber pulsar adecuadamente el mando que actúa sobre nuestros impulsos y que accionado adecuadamente hubiera sido capaz de mantener a raya el control de nuestra personalidad. Tener autocontrol sobre aspectos de nuestra conducta pasa por dominar las emociones y evitar una respuesta instintiva. Podríamos decir que aprender lo es como domar un caballo, en el que el cabezal es el instrumento que impide que el animal actúe desbocadamente y el autocontrol es el que nos permitirá “domar” las emociones y alinear nuestra conducta con nuestros propósitos, evitando que nos apartemos de nuestros objetivos arrastrados por los cantos de sirenas, que, por más que pasen los siglos, siguen presentes en nuestro océano diario.

La paciencia, vía de acceso al autocontrol

Estos días, y con motivo del alocado propósito del 45º presidente de Estados Unidos de comprar la isla de Groenlandia a Dinamarca, un periodista le acusaba de ser un político sin ningún autocontrol, seguramente es lo mínimo que se puede decir de su comportamiento. Y es que en el “genoma” de las personas sin autocontrol podemos identificar genes capaces de provocar múltiples disfunciones: intolerancia, prepotencia, déficit de humildad y ausencia de paciencia. Si como decía el maestro Miguel Ángel, “el genio es paciencia eterna”, entonces también deberíamos añadir al ADN de los intolerantes sin autocontrol, una escasa inteligencia.

Desde el siglo VIII aC, con Ulises, pasando por Miguel Ángel o escuchando hoy al cantante y compositor de

reggae

Morodo en su canción Divina Ciencia: “Haciendo uso de tu conciencia, aléjate de la bestia. Sabiduría y paciencia, es divina ciencia. No debe ser por simplemente casualidad o coincidencia que todos se empeñan en aconsejarnos la importancia de la paciencia y el autocontrol como signos de inteligencia.”

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