LIDERAZGO
Ahorista
El refranero nos deja muchos mensajes para la reflexión. “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, es uno de ellos. Pero lo cierto es que tendemos a hacer lo contrario. El Mago More afirma en su libro Superpoderes del éxito para gente normal, que según una encuesta el 95% de la población reconoce que posterga lo que tiene que hacer y que el 5% restante olvidó entregar la encuesta. Vemos por tanto que se trata de un hábito muy extendido.
Procrastinar es la conducta de dejar las cosas para más adelante de forma voluntaria, aun sabiendo que dicho aplazamiento puede tener consecuencias indeseables para nosotros, e incluso apartarnos del camino que hemos elegido para conseguir nuestros objetivos. Según Ricardo Calza, autor del libro Procrastinación. Vence las ganas de no hacer nada, vivir instalados en la procrastinación crónica, es decir, como hábito, es una manera de aceptar que no somos capaces de enfrentarnos ante ciertas situaciones o cosas que fácilmente nos superan. Cada vez que procrastinamos, nos alejamos de forma voluntaria de aquella persona en quién queremos convertirnos. Sin duda, la dilación es el mayor enemigo del éxito. Cuando tienes que escalar una montaña, no pienses que esperando se hará más pequeña (dicho popular).
Muchas pueden ser las razones de posponer aquello que debemos hacer. Por ejemplo, por ser percibido como difícil, aburrido, pesado o angustioso, o simplemente porque reemplazamos esas tareas por otras más irrelevantes pero placenteras. Pero la causa más frecuente de la procrastinación es la falta de confianza en nuestras habilidades. Si somos conscientes de nuestras limitaciones sobre un trabajo lo más probable es que no lo empecemos. De lo contrario, si sabemos que podemos hacer el trabajo bien, lo empezaremos con energía y entusiasmo. Lo que está claro es que la procrastinación conlleva una pésima gestión del tiempo porque lejos de dar solución aplazamos su realización. Además, tener una tarea pendiente nos genera ansiedad. Es aquí donde debe entrar en juego el líder. Él debe ser el que nos ayude a vencer la indecisión. Él es quien nos debe transmitir la confianza necesaria para ponernos manos a la obra. Pero también es el líder quien debe implementar los métodos de trabajo necesarios para evitar la postergación de las tareas a realizar. Brian Tracy, en su libro Eat the frog (Comer la rana) nos propone practicar el método A-B-C-D-E todos los días, clasificando las tareas a realizar antes de empezar a hacer nada. Una A significa que la tarea no solo es importante sino imprescindible. Tienes que completarla porque las consecuencias de conseguirlo o no son importantísimas. Una B corresponde a algo que debes hacer, pero cuyas consecuencias son de menor alcance. Nunca se debe hacer una B antes de hacer una A. Una C representa tareas agradables, pero no imprescindibles. Si pones una D delante de una tarea, definitivamente puedes delegar su ejecución y finalmente si otorgas una E a una tarea puedes eliminarla de tu lista ya que su impacto es nulo. El acompañamiento del líder nos ayudará a ser más diligentes. Conjuntamente hemos de establecer y aceptar los protocolos a seguir, siendo capaces de identificar los diferentes tipos de tareas priorizando según su nivel de importancia.
Felipe, amigo de Mafalda también nos recuerda la necesidad de hacer las cosas importantes, sin más dilación, ahora sin dejarlo para mañana. “¿Y si antes de empezar lo que hay que hacer empezamos lo que tendríamos que haber hecho?” Viñeta de Joaquín Salvador Lavado (Quino).