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Pezones y burkinis

Portavoz del grupo municipal de Cs Lleida

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Según ha sido publicado en prensa, este verano, el muy progresista gobierno tripartito de los quince sillones de la Paeria de Lleida ha decidido dar respuesta a un informe del Síndic de Greuges que considera que prohibir el topless en las piscinas municipales supone una discriminación para las mujeres y nos limita la libertad de expresión. La respuesta ha sido autorizarlo. Y me parece bien. A partir de aquí, cada mujer decide si dejar sus pezones al aire o no.

Lo que no me parece tan bien son las declaraciones y las intenciones expresadas por la alcaldesa accidental, Jordina Freixinet, en el acto de colocación del cartelito que autoriza la práctica del topless. Y es que tal y como se ha publicado, “Freixanet ha detallado que se sigue aceptando el uso del burkini, ya que es, formalmente, un traje de baño”.

Pues mire, no. El burkini no es “formalmente un traje de baño”. Es otra cosa. Es una absoluta y total discriminación para las mujeres y es una limitación de su libertad de expresión. Exactamente lo que pone de manifiesto el famoso informe del Síndic con respecto al topless. Solo que aquí el tema no es prohibir pezones libres y al aire, no. Aquí el tema es prohibir a las mujeres que expongan al aire la más mínima porción de piel y pelo, por decoro, por pudor, por sumisión.

Sí, por sumisión. Hay que decirlo alto y claro. El burkini lo inventó una diseñadora australiana de origen libanés para, según sus palabras, “que las musulmanas australianas pudieran bañarse en público sin contravenir las obligaciones islámicas de recato femenino.”

Así que no, señores de ERC, el burkini no es formalmente un traje de baño. Es una imposición de recato a las mujeres para que no enseñen sus cuerpos en público. Por pecaminosos. Por tentadores. Por provocadores.

Ahora mismo, tenemos en un plano de igualdad en nuestras piscinas a aquellas mujeres que pueden decidir libremente si enseñan o no el cuerpo desnudo de cintura para arriba como cualquier hombre, y aquellas que no pueden decidir enseñar unos centímetros de piel porque son obligadas a llevar prendas que solo dejan libre la cara, las manos y los pies. Todo muy feminista, muy progresista y muy liberador. Y todo muy excluyente, porque deja claro que la igualdad entre hombres y mujeres solo es para algunas, pero no para las musulmanas.

Si quieren saber qué dicen al respecto de esta aberración de tela permitida en nuestras piscinas las activistas por los derechos de todas las mujeres, incluidas las musulmanas, sobre todo las musulmanas, les recomiendo leer a personas como Mimunt Hamido (@Mim_Rif). Descubrirán a muchas mujeres que luchan por evitar el blanqueamiento de prácticas misóginas, profundamente racistas y totalitarias, que aquí se toleran y se amparan por buena parte de la sociedad y, lo que es peor, por las administraciones públicas. Descubrirán voces valientes y comprometidas. Y descubrirán testimonios desgarradores y luchas incansables. Pero, sobre todo, descubrirán que nos queda mucho camino por recorrer en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. Y, para mí, desde luego, el aceptar el burkini como un traje de baño más es un inaceptable paso atrás. No es feminismo la equidistancia entre poder tener los pezones al aire y no poder enseñar más que unos centímetros de piel. Es otra cosa. No lo vendan como progresía y liberación porque no lo es. Una cosa más, señores y señoras del tripartito que nos gobierna, busquen en internet “burkinis para niñas”. Y cuando vean cómo se sexualiza a niñas muy pequeñas con esta aberración, igual reflexionan y dejan de considerar estas cárceles de tela como un traje de baño más.

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