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Previsiones y riesgos globales

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Las Instituciones internacionales y estatales afrontan más dificultades para hacer previsiones económicas. Antes se basaban principalmente en indicadores como la evolución del PIB, los índices de producción y consumo y las políticas económicas y sociales aplicadas por los Gobiernos. Y las empresas analizaban los riesgos financieros y económicos para invertir o comerciar en una determinada región o país. Ahora no basta. Hoy, los informes económicos integran otros riesgos geopolíticos, sociales, medioambientales y sanitarios que pueden perturbar la economía internacional.

En el ámbito geopolítico, EEUU pregona unas políticas aislacionistas y proteccionistas que quiebran el multilateralismo existente en el orden internacional. Donald Trump considera que China es capaz de discutirle la hegemonía mundial. Pekín ambiciona volver a ser el centro de un mundo que se va trasladando desde el Atlántico a Asia-Pacífico. Y Europa, más dividida tras el Brexit, se siente presionada entre EEUU, China y Rusia. Las tres potencias juegan fuerte iniciando una nueva Guerra Fría y una progresiva militarización con unas sofisticadas armas tecnológicas. Y unos pocos se enriquecen abusando de los datos personales que circulan por las redes con el beneplácito o pasividad de los gobiernos, también occidentales, que restringen los derechos y libertades públicas. Y algunas democracias devienen cada vez más autoritarias o iliberales. Y un uso sin control de la Inteligencia “Artificial” (AI) puede provocar que las máquinas acaben controlando y sustituyendo a los hombres y sean capaces de decidir por nosotros.

En el ámbito social, se quiebran las bases del contrato social entre gobiernos y ciudadanos cuando los modelos económicos aplicados incrementan las desigualdades entre y en los países. Esto provoca unas revueltas protagonizadas por los jóvenes, sin oportunidades, y apoyadas por los mayores, que malviven sin o con pensiones exiguas, pasando por unas clases medias que pierden poder adquisitivo. Las manifestantes han llenado las calles en Beirut, Bagdad, Teherán, Quito, Santiago de Chile, etc. Pero también los chalecos amarillos en París. Crece una desconfianza en las instituciones políticas que favorece la irrupción de los movimientos populistas.

Cabe añadir los riesgos medioambientales y sanitarios que amenazan las economías. Mientras los científicos confirman los efectos perniciosos del Calentamiento Global, algunos políticos sin muchos escrúpulos niegan las evidencias y hasta se burlan de los jóvenes que reaccionan ante un futuro incierto. Pero el calentamiento avanza: los glaciares se funden, aumentan los incendios, huracanes e inundaciones, sequías y deforestación, polución, plagas y enfermedades, etc. Son catástrofes con graves daños humanos y económicos que perjudican especialmente a los países más pobres y vulnerables e incrementan las desigualdades y las migraciones. Nadie se libra. Pero los escasos resultados de la COP25 celebrada el pasado diciembre en Madrid muestran la miopía, inoperancia o desidia interesada de los Estados en la lucha contra el cambio climático. Otra oportunidad perdida por falta de voluntad política mientras el tiempo para reaccionar se agota. Y los costes políticos, económicos y sociales de no hacer nada o poco serán más altos. En el 50 Foro de Davos, las élites mundiales debatieron. Son más conscientes de la situación de emergencia climática, la fragmentación tecnológica y las desigualdades sociales. Urge pasar de las declaraciones de intenciones a las políticas y medidas concretas.

La rápida irrupción del Coronavirus o Covid-19 es otro riesgo calificado por la OMS como amenaza mundial. El virus detectado a finales de diciembre de 2019 en Wuhan se extendió a otras provincias chinas y después infectó a ciudadanos de otros países del norte y sureste asiático. China representa el 16% del PIB mundial, y si la fábrica industrial y tecnológica del mundo se paraliza, la economía, globalizada, queda afectada debido la interdependencia comercial entre China y el resto del mundo. La crisis frenó la producción industrial, los servicios, el consumo, el turismo, el transporte internacional, el tráfico en los puertos y aeropuertos chinos, y perturba el funcionamiento de las cadenas de aprovisionamiento global de sectores económicos como el automóvil, la química, la electrónica o el textil. Las empresas multinacionales tienen que diversificar sus proveedores de componentes, algo complicado a corto plazo. La epidemia ya perjudica a las economías vecinas de Hong-Kong, Japón, Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Tailandia, y afectará a la UE y Alemania, quienes tienen nexos comerciales particularmente estrechos con China. No tanto a EEUU, menos dependiente del mercado chino. También golpea el turismo mundial, incluyendo los viajes de negocios, como ocurrió con la cancelación del Barcelona Mobile. El peor escenario sería que la epidemia se extendiese desde China a India, África u otros países superpoblados con escasas infraestructuras o recursos sanitarios.

Los riesgos geopolíticos, medioambientales y sanitarios se mundializan afectando a las previsiones de crecimiento y la estabilidad política y social de los Estados.

Son difíciles de predecir, pero deberían tomarse más medidas de prevención y priorizar los modelos de desarrollo sostenible, ligados a la lucha contra las desigualdades y a la protección social y medioambiental.

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