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¿Líderes o mediocres?

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Frecuentemente nos encontramos con profesionales con cierta jerarquía que impiden el cambio. Si hablamos de científicos reputados de la astrofísica, el término extraterrestre no suena como para el resto de terrestres.

Avi Loeb, catedrático de Astrofísica de la Universidad de Harvard y asesor de la Presidencia de EEUU en Ciencia y Tecnología, explica sus deducciones a razón de la observación y análisis durante 11 días por parte de científicos del observatorio de Hawái de un objeto que entró en nuestra atmósfera que no obedecía a ningún patrón. Avi Loeb, tras descartar todas las opciones posibles, lo bautizó como Oumuamua (explorador, en hawaiano) y afirmó que se trataba de un artefacto fabricado por una inteligencia extraterrestre.

Esta afirmación no la compartieron todos los astrofísicos a quienes aterroriza pensar que no somos el centro del universo. Prefieren mirar hacia otro lado y mantener las cosas como están.

En el ámbito de la empresa, también podemos encontrar a personas valientes y formadas como Loeb, que encajan en la definición de líderes, pues son personas que se diferencian del resto por su enfoque, resolución, espíritu emprendedor, que ven más allá del problema y plantean soluciones. Laura Aragó publicaba un interesante artículo en La Vanguardia a finales de enero, sobre la generación tapón, refiriéndose a las personas nacidas entre 1953 y 1963 que irrumpieron en el mundo laboral a principios de los ochenta, durante la transición.

Estos concentran los puestos de decisión en las empresas, administración, universidades, sindicatos y mundo cultural y, como consecuencia, frenan la promoción profesional de las generaciones posteriores y la consecuente actualización artística, intelectual y política, de profesionales con más formación y mejor adaptados a la realidad de hoy en día. En el ámbito político esto se traduce en más 30 años de decisiones políticas tomadas desde la óptica de esta generación: desde 1986 hasta 2018 todos los gobiernos han tenido una mayoría de ministros nacidos entre el 53 y el 63.

En las universidades públicas el método ha sido distinto pero las consecuencias han sido las mismas: desde que el 2005 los profesores asociados superaron en número a los funcionarios, y la diferencia se ha agrandado cada vez más, acentuando también la media de edad entre un grupo y el otro. De muchos es sabido que cuando se plantean nuevos retos, se requiere, en primer lugar, alinear a la dirección general y al resto de la organización con los objetivos a alcanzar, y en segundo, definir la figura del líder que marque el rumbo.

En muchos casos, en organizaciones matriciales, el ego del segundo bloquea la acción del líder, y con ello se impide cualquier posibilidad de avanzar, trabajar en equipo y alcanzar resultados. Así que no podemos acotar ni generalizar a toda una generación tapón, a astrofísicos narcisistas o a directivos arcaicos, sino que más bien podemos definir un perfil común de personas que no se conocen bien a sí mismas, por lo tanto, no son conscientes de sus limitaciones y, en consecuencia, nunca podrán aprender ni evolucionar, sea cual sea el contexto en el que operen.

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