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Verano en la infancia: ¿qué hacer?

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Ha llegado el verano y nuestros hijos/as comienzan la época de las merecidas vacaciones tras un curso escolar intenso y diferente. Muchas familias tienen la necesidad de que sus hijos e hijas estén “ocupados” con deberes o clases de repaso, al menos, durante una parte de la jornada diaria.

Muchos de estos planteamientos vienen motivados por miedos que podemos tener los adultos: miedo a que pierdan lo aprendido, a que no vayan a alcanzar los objetivos del próximo curso... Miedos que muchas veces los transmitimos a la infancia sin ser conscientes de ello.

Así mismo, en otros casos buscamos propuestas más lúdicas pero que también sean educativas, aunque, si nuestro hijo o hija nos comunica que ha estado jugando todo el día, ¿cómo lo recibimos? ¿Acaso no es compatible el juego con el aprendizaje? El juego es necesario y fuente verdadera de aprendizaje durante todas las estaciones y épocas del año en la infancia. A través del juego nos conectamos más los unos a los otros.

El conflicto diario se puede cambiar jugando. Genera numerosas oportunidades para aprender a gestionar la frustración.

Cuando juegan aprenden de la experiencia directa, aprenden a saber quiénes son, qué les gusta, qué les motiva más... Aspectos fundamentales que, en un futuro, les orientarán hacia dónde quieren dirigir su proyecto vital.

Es fuente inagotable de creatividad, relación, equipo, cooperación, autoconocimiento, superación, etc. .

También ayuda a soltar tensiones. Valores, destrezas y aprendizajes que son los verdaderamente indispensables para el presente y para un futuro. Sin embargo, ¿por qué el juego solo se asocia a la infancia? Muchas veces, si no nos sentimos cómodos jugando con ellos/as, además de poder preguntarnos el porqué, podemos aprovechar para estar simplemente presentes, a su lado, y dejarnos guiar por ellos/as. A continuación, van una serie de propuestas para invertir el tiempo durante este verano pero también el resto de estaciones del año.

–La risa ya es un juego. Jugar a hacernos masajes de distintos animales en la espalda (hormiguitas, serpientes, caballos...).

–Reducir el uso excesivo de la TV y las pantallas.

–Disfrutar de los juegos de mesa en familia. Intenta no dirigir ni obligar.

–Valorar si es necesaria la compra de juegos “educativos” porque, a lo mejor, el “beneficio educativo” no es tal. Es necesario ir deshaciéndose de la idea errónea de que el juguete es el que tiene que enseñar al niño y no al revés. De ahí que hagamos una apuesta por juguetes “abiertos” que permitan al infante explorar y crear (juegos de construcciones, plastilina, pinturas de diversos tipos, realizar manualidades con materiales reciclados). Cualquier objeto y espacio se puede convertir en un juego.

–Transformar los juegos competitivos en cooperativos.

–Aprovechar el juego libre en espacios naturales.

–Disfrutar de los cuentos, las historias que nos puedan contar nuestros abuelos y abuelas, contar chistes, canciones, bailes, inventar de nuevos.

Y si, aún con todo lo anterior, sentimos la necesidad, como adultos, de reforzar más directamente los aprendizajes escolares, ¿por qué no convertirlo en juego? Por ejemplo, podemos hacer una manualidad o pintura y escribimos un nombre para nuestra obra, expresamos qué significa para nosotros/as, explicamos oralmente el proceso para su elaboración, hacemos un listado de todo el material, lo podemos clasificar por colores, formas o tipo de objetos. Con ello podemos hacer sumas o restas (¿cuántos colores hemos utilizado en total?).

El momento de irse a dormir también puede convertirse en un juego. ¿Se te ocurre cómo?

En el libro de Cristina Saraldi Chachi Comula Di Bu. Más de 100 juegos de andar por casa podréis encontrar gran cantidad de propuestas sencillas y divertidas para aprender, para vivir, jugando.

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