LIDERATGE
Reactivación y transformación digital: digitivación
La reactivación económica a través de un plan de transformación digital que incluya a todos los ámbitos del sistema socioeconómico ha sido acuñada como digitivación.
Las soluciones digitales aseguran la continuidad del negocio: facilitan el teletrabajo y la colaboración, proporcionan información a tiempo real y aseguran la comunicación con clientes y proveedores.
Pero son las personas y la estrategia las que deben liderar la transformación digital, no la tecnología. Lógicamente, todos esos cambios han sido mejor soportados por aquellas pymes que ya tenían planes de transformación digital en marcha, más o menos avanzados. Para estas, tan solo fue necesario acelerar un proceso en el que ya estaban trabajando, y es la innovación la que ha tenido mucho que ver con la posición de la que hoy disfruta.
Adaptarse tecnológicamente ha sido una de las claves de su éxito. Se trata de un cambio importante para una empresa con un gran número de centros de coste, pero era necesario para mirar al futuro con tranquilidad y ganar en agilidad y productividad, especialmente en la integración de los flujos logísticos y financieros.
La digitalización incrementa la eficiencia empresarial. Aumenta en un 12% la rentabilidad, mejora la gestión del negocio en un 19% y reduce los tiempos operativos en un 16% y siete de cada diez empresas españolas han aprovechado la pandemia para impulsar su transformación digital.
Los fondos europeos y el Plan 2025 ponen el foco en la digitivación, pero necesitamos también que la administración se digitive junto con las pymes y que haya un plan estratégico de capacitación de nuestro talento, en especial de los más jóvenes.
Está claro que la transformación digital pasa por la robótica y la inteligencia artificial, pero ¿hacia dónde van los trabajadores con la robotización y la inteligencia artificial?
La disrupción de la tecnología se ha convertido en uno de los elementos más característicos del siglo XXI. Su carácter innovador, cambiante y trascendente está afectando a todos los ámbitos de la realidad profesional y social.
El crecimiento y desarrollo de las aptitudes de las nuevas tecnologías generan un gran impacto en las tareas físicas y capacidades intelectuales que tradicionalmente han desempeñado las personas y supondrán cambios drásticos en las relaciones profesionales y sociales. La robotización, digitalización e incorporación de la inteligencia artificial en el trabajo implica desde omitir tareas repetitivas y monótonas hasta disponer de habilidades cognitivas a un coste más bajo que el de un trabajador. Por ejemplo, desde 2018 existe un abogado robot mientras que en Japón ya circulan vehículos autónomos.
El punto de inflexión lo marcan los avances en inteligencia artificial. Contar con máquinas capaces de almacenar experiencias y aprender de los errores y aciertos aumentará la productividad y competitividad, reducirá costes e inducirá mejoras en calidad, incrementará la capacidad de entrar en nuevos mercados y aumentará la productividad.
El nivel de impacto en las relaciones laborales y sociales de la automatización dependerá de aquellas actividades, profesiones y habilidades poco susceptibles a la sustitución o de la necesidad de determinadas cualidades humanas como, por ejemplo, la inteligencia emocional, la capacidad de comunicación, la capacidad para resolver conflictos, la empatía, la creatividad, la capacidad de hacer análisis crítico, la vocación pedagógica. Es por ello por lo que el reciclaje profesional es más que nunca una obligación necesaria y dinámica, potenciando las habilidades de transformación digital. Uno de los desafíos más importantes de la sociedad es cómo reubicar la mano de obra desplazada.
Otro de los desafíos a superar será el de los salarios. La automatización parcial puede suponer una disminución de estos. Por ello, será importante contar con políticas salariales que permitan generar nuevas formas de empleo y garantizar el alcance de la protección de la seguridad social. Los riesgos que acarrea la robotización pueden afectar especialmente al mercado laboral español a causa de sus rasgos estructurales: el tipo de empleo preponderante (poco cualificado), el déficit en competencias digitales, el desajuste y la falta de adaptación de los sistemas educativos a las demandas del mercado.